Cuauhtémoc Blanco

Javier Alarcón
en CANCHA


Anoche se realizó la última de las despedidas de Cuahutémoc Blanco con la Selección Mexicana. Un jugador de época, curtido en el barrio con claras adversidades que le desarrollaron el carácter, la picardía y rebeldía.

Un fenómeno como pocos para manejar la pelota, visualizar espacios, golpeo de balón y habilidad extrema. Un "natural" para el futbol que nunca mostró ningún tipo de

nerviosismo a la hora de la presión extrema. Un tipo que conectó con la gente, por auténtico y original, características que de inmediato entran en el ánimo del público.

Llegó a tener desplantes de villano que le acarrearon algunos enemigos, pero el pueblo lo siguió, y seguirá queriendo por siempre. En el Club América siguen dando fe de sus muestras de agradecimientos, de su generosidad para cada trabajador que le limpió los zapatos, le sirvió la comida o cortó el césped para sus entrenamientos.

Echado pa'delante, bueno pa'l trompo, alburero, retador, ojo alegre. Todos esos términos le acomodó el público, pero sobre todo el más difícil de obtener porque los méritos no se razonan, se sienten, el de ídolo.

Muchas cosas pueden sorprender en cualquier sentido de Cuauhtémoc, pero su mentalidad ganadora, su temperamento a prueba de cualquier exigencia, le hicieron un líder, un futbolista con toda la admiración del público.

"Ese no se raja, no le tiemblan las piernas", se escuchó de aficionados americanistas y anti en cada plaza. Un superdotado en habilidades futbolísticas, una máquina veloz para tomar las mejores decisiones en la cancha, amo de la técnica individual para el golpe de balón.

Nunca parecía lo suficientemente veloz, pero no lo alcanzaban, y cuando ocurría, sabía meter el cuerpo para retener la pelota y esperar tiempo y espacio para la mejor habilitación de un compañero. Vaya que hay que tener imaginación para ejecutar, en pleno Mundial, la Cuahutemiña, una pincelada magistral importada de Tlatilco, ahí en el barrio, donde los futbolistas no se hacen tarugos. Donde se sigue jugando a muerte sólo por placer.

Ahí, donde se grita en cada cáscara: "Si me pagarán lo que le pagan a fulano, me cae que yo sería Maradona", o el clásico: "Es que da tanto coraje que no corran, si yo estuviera ahí, la habría metido".

Cuahutémoc cumplió todo lo que sentencio, y en el arrabal. Su ejemplo seguirá inspirando a miles de jugadores de barrio como él.

Hasta pronto Cuahutémoc, come frutas y verduras.

 
 
jalarcon@reforma.com
 
@Javier_Alarcon_