Por qué no habrá trampa

Francisco Javier González
en CANCHA


El futbolista es el personaje donde inicia y termina todo.

Patea un balón, como todos, a temprana edad. Aprende a pisarlo, a conducirlo, a golpearlo. A celebrar un gol o a evitar el de los demás con guantes improvisados.

Luego descubre en sí mismo una pasión, a veces acompañada de una capacidad. Sin saberlo, ha hecho del pasatiempo en el que pasa muchas horas de su semana, el mejor

entrenamiento. Se adiestra sin estar tan consciente de ello.

Alguien le anima a probarse con un equipo. O es papá el que, frustrado por no haberlo logrado, lo lleva porque piensa que hay condiciones para ser observado.

El filtro de ahí en adelante es cruel y permanente. Se disfruta el juego, pero con la presión de abrirse camino, de levantar la mano, de ser considerado.

Juega con gorditos y contra gorditos. Pero también con y contra dotados, atléticos, altos... Cada día se hace más difícil.

Si tiene la suerte de seguir, pasa distintas pruebas.

En cada categoría juvenil hay un entrenador que piensa diferente. Unos son capaces, otros son inútiles con autoridad, que es la manera más dañina de poseerla. También hay que superar eso. Hasta a los que, en algún lado, si piden dinero para hacer la alineación.

En el camino hay patadas. Recibidas y dadas. También fines de semana en los que los demás amigos se van al antro y reviven en horas del mediodía siguiente. Justo cuando el futbolista ya jugó y fue puesto a prueba nuevamente.

Sobrevive, como siempre, el más fuerte. El más disciplinado, el que prefirió seguir intentando por encima de cualquier otra cosa. El que asumió sus sacrificios.

Llega la primera. Algunos son promovidos al equipo titular. Es otro mundo.

Las oportunidades escasean, los contratos son bajos y muchas veces totalmente inequitativos a favor del club.

Solamente la insistencia diaria, la fe inquebrantable, la resistencia al fracaso, permiten dar el siguiente paso. Llega la oportunidad y posteriormente la titularidad.

¿Cuántas personas que usted conoce quisieron ser futbolistas? ¿Cuántas lo lograron? ¿Cuántos sobrinos habilidosos prefirieron la fiesta o se entregaron al estudio?

Ser futbolista profesional, ser figura, jugar una Final, es algo que pocos pueden presumir. Cuesta mucho trabajo llegar ahí.

¿De verdad alguno de ellos sería capaz de recibir la "instrucción" de perder porque así le conviene al equipo -o dueño- de enfrente?

¿Será posible que llegando a uno de estos partidos, los personajes donde inicia y termina el futbol olviden todo?

Entre León y Pachuca ganará el título quien mejor sepa hacerlo. Habrá limpieza.

Aunque haya quienes se empeñen en dudarlo porque cree el león -el de la selva, no el futbolero- que todos son de su condición.

 
 
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