Carlota Vilanova y la buena muerte

Héctor Huerta
en CANCHA


Aunque era una noticia esperada, la muerte de Tito Vilanova sembró un extraño escalofrío en la comunidad futbolística.

Como bien dicen que "no hay muerto malo", en el caso del ex técnico del Barcelona las palabras ante su recuerdo son una lección de lo que puede hacer un hombre para dignificar la condición humana.

El presidente culé, Josep María Bartomeu, dijo en su homenaje: "Tito

es un referente humano y futbolístico eterno para el Barcelona".

En su breve paso de 45 años por la tierra, Tito dejó una profunda huella en el sentimiento del barcelonismo. Soldado leal de Pep Guardiola, se ganó algunos sorbos de miel en múltiples victorias. Pep nunca negó su importancia en la construcción del mejor equipo de todos los tiempos. Supo ser número dos. En los partidos siempre fue la voz más influyente que escuchaba Guardiola.

Cuando Pep se fue y le tocó ser número uno, logró lo que parecía imposible: hacer que la mejor orquesta del mundo tocara nuevos ritmos. En la temporada 2012-2013, con Tito ya enfermo de cáncer, el Barsa alcanzó 100 puntos, y fue el equipo de más victorias (32 de 38), menos derrotas (2 de 38), más goles a favor (115) y menos en contra (40). El Real Madrid de José Mourinho se quedó 15 puntos atrás.

Un hombre de futbol comentó al darse cuenta que le habían caído los calendarios encima: "A esta edad ya no busco fama, dinero ni posición. A la vida sólo le pido una buena muerte".

En la misa de homenaje, su hija Carlota Vilanova pronunció un discurso: "Nuestro padre era nuestro héroe y modelo a seguir, mi primer amor, que sentía cuando todavía no sabía lo que significaba. Amor que ya buscaba en la cuna, que aún busco y que espero que vuelva a casa a nuestro lado. El amor más grande e incondicional que se puede sentir, el de un padre enamorado de sus hijos.

"De todas las cosas que mi padre me ha enseñado en estos fantásticos 19 años se olvidó de enseñarme cómo era vivir sin él. Supongo que ni él ni nadie podrá enseñármelo nunca, pero si tuviera que elegir la mejor enseñanza, sin duda sería la que él mismo predicó con el ejemplo, que esta vida es demasiado corta para dedicarle tiempo a las cosas que no te hacen feliz".

Concluyó con una referencia del futbol: "A mi padre nada le cayó del cielo. Su pasión por el futbol, trabajo y dedicación le llevaron a conseguir su sueño: sentarse en el banquillo del primer equipo del Barsa, equipo que siempre ha estado en su corazón".

En sus hijos, Carlota y Adriá, Tito dejó al mundo su mejor legado. Esta queda como una buena lección de vida para los entrenadores del mundo, México incluido. Esa podría denominarse una buena muerte.

 
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