Esto está de locos.
El undécimo le metió cinco al líder. El tercero perdió en casa ante el decimoquinto, que además le metió tres en su propio patio.
El cuarto, que es el América, le permitió un empate en casa -que era la del Azteca- al noveno, avanzar en las posiciones.
El sexto sitio que se mantenía en zona de clasificación con problemas, recibió ¡al último de la tabla! Qué
buena opción para mejorar. Pero resulta que el cuento salió al revés: perdió en su terreno.
El decimocuarto, que es el León con las disculpas de andar atendiendo a dos amos, fue anfitrión del duodécimo. Le ganó para hacer cierto homenaje a la destartalada lógica.
Esa misma que falló cuando el décimo derrotó al segundo. ¿Cuántos apostamos a favor del Atlas recibiendo al Toluca?
Y así podríamos seguir. Encontrando justificaciones a un sistema de competencia que permite lo impensable para darle emoción a la recta final del torneo, cuyo punto culminante se dará el próximo fin de semana.
La última fecha tiene a pocos clasificados aritméticos a Liguilla. Entonces los resultados hacen válida la teoría: que los Rayados puedan avanzar, que hasta los potros atlantistas ya descendidos oficialmente pudieran meterse y que en general salvo los últimos tres lugares todos puedan tener cabida, validan un sistema de competencia al que se le puede hacer culpable.
En el suspenso, sin embargo, hay un elemento indispensable: quien pueda llegar hasta el final lo ha de hacer por sus propios méritos. No es el caso de nuestro actual campeonato. Las posibilidades de vida las conceden otros y no las virtudes propias.
Revisemos lo que sucedió en la Liga Premier. El sotanero Sunderland le ganó casi de casualidad al Chelsea y eso le puso en bandeja el título al Liverpool. Sin haber Liguilla de por medio, sin que entren los mejores del torneo a disputar el cetro. La situación se dio por causas naturales en un torneo largo.
El punto es que nuestro campeonato ha carecido del empuje necesario, de la calidad suficiente para repartir entre varios aspirantes la posibilidad de ser campeones.
El sistema lo permite ciertamente. Pero el problema es que los aspirantes, hoy, pueden ser cualquiera. Venir de cualquier lado. No hay un tamiz de calidad que los propios participantes pongan como condición. Salvo Cruz Azul y Toluca, bastante distraídos con la final de Concachampions, el nivel es bastante gris.
Ojalá que la última jornada y la Liguilla puedan resarcir la falta de calidad que ha entregado el irregular torneo.
Hay tiempo mínimo para corregir un torneo en que casi todos han tenido la misma estatura todo el tiempo. Es hora de sobresalir.
fjgonzalez@reforma.com
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