Aún confío en el futbol

Diego Silva
en CANCHA


Hoy hay clásico en el Jalisco, qué maravilla. Desde hace más de 40 años esperaba este día casi como si llegara la Navidad.

En mi casa se dividían opiniones y preferencias, diría que hasta cariños y afiliaciones carnales. Qué decir de mi escuela o mi círculo cercano de amistades, el pelo y tu copete de moda estaba seguro en juego.

Los años pasan, pero para muchos de nosotros sigue

siendo un día especial. Nos volvemos a reunir y a profesar abiertamente nuestras preferencias y personalidades futbolísticas.

Ofrecemos cualquier cantidad de argumentos en pro y en contra de nuestro equipo y del rival. Suponemos escenarios diversos y cada uno de ellos aceptado como dogma de fe.

Nos lamemos las heridas antes de ser agredidos y desde antes del encuentro profetizamos cualquier cantidad de acciones posibles que pudieran influir en el resultado, claro, para luego poder decir, "se los dije".

Que si está fulano lastimado o no, que si cambiará la experiencia por el ritmo futbolístico, que si regresa el lesionado, que si revive el muerto o cualquier otra posibilidad terrenal o divina que pudiera interferir en lo deseado. Veremos parejas desiguales, es decir, una con camisa a rayas y la otra con la clásica rojinegra, pero comiéndose a besos en las tribunas.

En una de esas, hasta encontramos a un iluso enamorado, ofreciendo sus amores eternos a medio partido y con anillo en mano. Veremos también al nunca bien comprendido "transformer", quien por la calle es más educado que condesa antigua y que al momento de ingresar al estadio se transforma en un energúmeno irreconocible.

No faltará el borracho que pase todo el encuentro vituperando a quien crea lo merezca, sin razón, pero con alto volumen en su voz. Por desgracia, también aparecerán los imbéciles que pelean en los estadios y a los cuales aborrezco con todo mi corazón, ojalá los encarcelaran a todos de una vez y les quitaran la opción de disfrutar nuestro tan amado deporte familiar.

El revendedor, el de las ahogadas, el de las chelas, los dulceros, el "viene, viene", el de las papas, el de las donas, el niño llorando y el padre "chupando" y por supuesto, los verdaderos porristas, quienes todavía gritan el "chiquitibum" y no cantan como argentinos de barrio.

Olviden todas las estadísticas pasadas, dejen la historia de los pocos goles de lado, no vean porcentajes de calificación ni descenso, vayan al Clásico y disfruten con pasión. Como diría mi padre, "que haya alegría, sin grosería".

 
@jugadaviril
 
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