Pocas veces un partido "amistoso" cumple a tal grado con sus primordiales objetivos, como sucedió en el caso del México vs. Nigeria del pasado miércoles.
No sólo la captación de lana fue quizá mayor que la esperada (factor importantísimo para los centaveros dirigentes), sino también el aprovechamiento futbolístico estuvo por encima de lo previsto.
Un cabal aprovechamiento en gran
parte alcanzado gracias al potencial y a las características del cuadro nigeriano, el equipo más parecido posible al que los tricolores enfrentarán en su primer compromiso mundialista en canchas brasileñas.
Si bien es cierto que ese buen representante del futbol africano dejó en evidencia algunas debilidades del conjunto mexicano, también es indudable que sirvió para comprobar que los pupilos de Miguel Herrera cuentan con las herramientas necesarias para oponerle la debida resistencia a este tipo de adversarios.
Entre otras cosas, la escuadra mexicana confirmó que es capaz de jugar a un ritmo intenso durante los 90 minutos, algo que le permitió terminar dominando a un rival que lo había dominado.
Pero si además de esa confirmación de su buen estado en el renglón físico también hubo avances sustanciales en lo futbolístico, lo que inquieta es que los tres mejores elementos mexicanos hayan sido algunos de los que no juegan en México: Guillermo Ochoa, Héctor Moreno y Héctor Herrera.
Las convincentes actuaciones de esos jugadores confirman la necesidad de recurrir en buena medida a quienes juegan en Europa, y sirven también para recordarnos el bajo nivel del actual torneo mexicano, con la mayoría de sus sus principales figuras lejos de vivir su mejor momento.
Si la mejoría de la Selección Mexicana fue evidente, lo alarmante sigue siendo su actualmente pobre sustento interno.
Queda por verse si ese sustento también empieza a mejorar a partir de esta décima jornada.
@rgomezjunco
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