El futbol tiene cosas tan extrañas que hasta cuando hay una mínima argumentación para pensar en un triunfo, éste se da de manera prodigiosa y muchas veces salvadora.
La semana pasada tuvimos el ejemplo del desahuciado Atlante que se presentó en la cancha del Jalisco para derrotar al Atlas. La desesperada situación futbolística y numérica de los Potros dio una vuelta de campana e hizo más
cortas las distancias. De una caída irremediable al abismo todo se transformó en una posibilidad real de pelear la permanencia.
Los Potros fueron mejores que los rojinegros en lo anímico y en lo futbolístico. Es decir, ganaron el partido en el que estaban obligados a ello.
El sábado en El Volcán nos encontramos con otro ejemplo de la ilógica y la sorpresa: los Pumas, utilizados como trapeador por casi todo el mundo incluyendo la crítica, se metieron al Universitario para derrotar a un adversario en mal momento, pero mayor en calidad y cantidad.
Varios pasajes del duelo hacían pensar que Tigres se alzaría con la victoria. Además de su gol tempranero, la presión sobre la puerta puma indicaba que el equipo del "Tuca" saldría de la mala racha venciendo a un adversario que le venía a modo.
Una irresponsabilidad por un artero codazo dio a los locales en inferioridad y Pumas echó mano del arma que habrá recordado poseer por tanto que se ha mencionado en los últimos tiempos: la dinámica y la garra que había desaparecido de sus filas.
En otras palabras, los auriazules superaron a Tigres en hambre y fortaleza mental. De algún lado sacaron esa chispa que les permitió sacar los tres puntos que fueron la ruina de cualquier pronosticador.
Parecía un disparate lo dicho por el Rector de la Universidad Nacional a media semana: que el único remedio para su escuadra era ganar. Dio la solución, pero no el trapito. De ése se encargaron los jugadores y el técnico de un plantel al que ya nadie le creía.
Por mucho que no sean decisivos ninguno de los dos resultados que aquí se citan, nos reiteran que siempre hay una manera de darle la vuelta a las cosas y mejorar una situación por lamentable que sea.
Entre otros deberán encargarse de ello los dos actores del Clásico Regio que a media luz se van a enfrentar le próximo fin de semana.
Ni Rayados ni mucho menos los Tigres llegan al cotejo esperado con la inercia que desearían. Pero este tipo de duelos suelen aportar una energía capaz de hacer cambiar las cosas. Dos de las aficiones más leales y estoicas del circuito lo merecen. Cuando mucho una de ellas recibirá la recompensa.
Los patos le tiraron a las escopetas. No será la última vez. Alguno más lo logrará en cualquier momento.
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