El domador

Javier Alarcón
en CANCHA


Pocas veces suelo emplear tan valioso espacio que se me concede en una sola persona. Gustavo Matosas es merecedor de su noble atención en estas líneas.

Vale la pena mencionar que hablaría lo mismo de él, si hubiera perdido el título contra el América hace un par de meses. El contacto con este DT y ex jugador se limita a dos amplías entrevistas radiofónicas; mejor, porque de esa manera nos

concentramos en el discurso y no en las formas gestuales.

Es reconfortante saber que cada concepto que maneja, y que transmite a los suyos, se sustenta en la claridad de sus palabras, por lo tanto las instrucciones llegan precisas al jugador. Vale la pena resaltar que gran parte del actual equipo campeón fue sugerido a los directivos por Matosas, tanto los de recién ingreso, como los que lograron bajo su tutela el ascenso.

Ese es otro de los grandes rasgos a destacar de Gustavo. Conoció la División de Ascenso y desde ahí labró la tierra rumbo a un título que no admite cuestionamientos de ninguna índole. En la medida que el jugador, especialmente el latinoamericano, por usos y costumbres, se vuelve dócil, la razón se encuentra en la capacidad de convencimiento de su líder-entrenador.

Nunca he estado en el vestidor del León, pero es fácil inferir que hay compatibilidad, disciplina y una muy clara y aceptada línea de mando. El talento individual de los Esmeraldas es incuestionable, pero hacer que todos bailen al mismo son, sólo se logra en la medida que las órdenes se transforman en palabras suaves e hipnóticas que el jugador hace suyas y bandera de sus propósitos.

Ordenar no requiere de gritos sino de claridad y del convencimiento mutuo. Si agregamos a estas evidencias, la última muestra de auténtico juego limpio de Matosas en el Azteca, no hay mucho que agregar.

Para los que tienen amnesia o mala memoria, o simplemente se volvieron insensibles a temas tan poco escandalosos, habrá que recordarles que, tras tener motivos claros de quejas arbitrales, Matosas optó por el camino del honor, ese que no admite escudarte en las fallas arbitrales cuando el autoanálisis no permite proclamarte vencedor en méritos respecto al los del rival.

Puede se que estas líneas no sean atractivas para el futbol escandaloso del que nos ocupamos, o que no traten temas de moda sonoros, pero me permito recordarnos a todos, que para ser un buen ganador hace falta ser buen perdedor.

No importan los títulos, sino como puedas dejar legado personal frente a las derrotas y victorias. Larga vida a Matosas en México.
 
 
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