CR7 24 K

Javier Alarcón
en CANCHA


Para mucha gente fue revelador, sorpresivo y conmovedor ver a Cristiano Ronaldo con lágrimas, a la hora de recibir merecidamente el Balón de Oro, que le distingue como el mejor futbolista del 2013.

Atrapado entre las genialidades y el ego, dicen sus detractores, era poco previsible verle emocionado por el reconocimiento. Y como nos confundimos entre los méritos profesionales y la

envoltura personal, muchas veces sentimos mayor afinidad por quienes además de sus logros se mueven con buena conducta.

No es que no se aprecie que fuera de las canchas o campos, haya también un ejemplo; pero no olvidemos que de lo que se trata es de distinguir a los ganadores sólo por lo que atienden como profesionales.

Ribery hubiera sido un ganador tan valioso como CR7. Esta vez, Messi se quedó un poco corto en el despliegue pleno de sus impresionantes condiciones. Pero volvamos al ganador, una vez que abre el compás y larga la zancada, el portugués es una mezcla imparable de atleta de pista y campo por su potencia, y un futbolista de época por su técnica y habilidad para ir rebasando y eludiendo rivales.

Lo hace todo bien: tiro libre, cabeceo, golpeo con ambas piernas, dribling, visión de campo, y un promedio de eficiencia sorprendente para tomar normalmente la mejor decisión en el trámite o finalización de las jugadas. Detrás de esas características hay una evidencia total sobre los cuidados a los que está sujeto para poder ser elegible y estar exento de lesiones casi siempre.

Del jugador egocéntrico y poco solidario que algunos se encargan de publicitar, sólo hay elogios por parte de los compañeros en la intimidad de los vestuarios. Una definición de trofeo más seguida que nunca porque a la histórica y contemporánea rivalidad entre el argentino y el portugués, se sumó, y no con poca chance de salir victorioso, el formidable francés Franck Ribery, del que nadie hubiera podido tener queja en caso de haber sido favorecido en la votación.

Sería clarificador que la FIFA profundizará en los argumentos para los electores. Nunca quedó claro si se trataba de condiciones individuales en desarrollo o de la influencia en los alcances de sus equipos. El más satisfecho con el premio, después de CR7, debe ser Joseph Blatter, quien jugando al chistoso se metió en un aprieto diplomático al enseñar claramente sus preferencias por Messi en detrimento de su necesaria posición neutral para evitar suspicacias.

El privilegio al final es de uno; poder ver a Messi y a CR7 coexistir, no es una oportunidad que puedan presumir muchas generaciones.

 
@Javier_Alarcon_
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