Potro desbocado

Francisco Javier González
en CANCHA


Un estudio económico de la Unión Europea de Futbol revela que los equipos más exitosos del continente son de los que más dinero han invertido en sus planteles.

No festejamos que el dato sea similar a la receta del agua tibia. Pero en un ámbito en el que no siempre resulte cuatro el sumar dos más dos, podría pensarse que a veces, con el talento propio, se puede gastar menos y ser equipo de

altos vuelos.

La premisa no es excluyente de los malos resultados de quienes gastando mucho hacen poco: ejemplos abundan también en ese sentido. Una mala gestión es capaz de echar a perder todo y terminar creando un barril sin fondo.

Así pues, la calidad se produce, se contrata y se preserva. La continuidad es otro ingrediente indispensable, entendido como lo que permite a un grupo ser estable.

Atlante le dio las gracias a Rubén Israel terminando el partido frente a Veracruz. El duelo directo entre dos involucrados en el descenso se decidió a los 93 minutos con saldo en contra para los Potros. De la cuenta de Twitter de su presidente se asomó la noticia.

Los azulgrana podrán parecer un equipo que habita los fríos sótanos de la indiferencia, que nadie acudiría a su funeral en caso de ocurrir.

Pero tiene tras de sí una tradición que vale la pena recordar. En diferentes etapas ha sido animador -pocas veces protagonista- y suele darle cierto sabor a la Liga. Su historia es larga, pintoresca, sufrida casi siempre y millonaria por un día eventualmente. Sus colores son infaltables en la historia de nuestro futbol.

La continuidad no ha podido respetarse. Como ejemplo, recordemos a sus extranjeros hace poco más de un año, en el Apertura 2012: Valdo, Esteban Paredes, Jorge Guagua, Cristian Maidana y Osvaldo Martínez. No quedan ni sus cosas en los vestidores. Atlante se deshace de sus foráneos porque no le funcionan y tiene que despacharlos o porque le responden de maravilla y los tiene que vender para subsistir: de todos modos Juan se llama.

El triste ejemplo del Atlas prende las alarmas: ¿es que ya no se puede hacer algo más que subsistir si no existe una empresa poderosa detrás de un equipo? Atlante es de los pocos que quedan en la Liga con esas condiciones. Se esfuerza, intenta, rescata sus errores como puede, pero termina no alcanzándole.

La salida de Rubén Israel del timón es una medida tremenda: cambio de piloto en el torneo más riesgoso de los últimos años. Un semestre sin margen de error que sorprende al Atlante como salmón tratando de remontar la corriente, entrega un primer golpe.

Visitar al Atlas -otro comprometido- para luego toparse con Chivas, América y Cruz Azul es mala receta para el enfermo.

La salvación se aleja. ¿Hay manera de salvar al Potro?

 
 
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