Es demasiado el tiempo que en el futbol mexicano se le dedica al tema del arbitraje, en detrimento del análisis del juego mismo.
En aras de ir erradicando esa nociva costumbre, vaya una sugerencia para la gente de futbol.
Al terminar cada partido, con la mayor frialdad posible determinen si el resultado del mismo fue el que ambos equipos merecían de acuerdo al futbol desplegado
por cada uno. Si así fue, ni siquiera se detengan a pensar si el árbitro se equivocó o no, ni a favor de quién.
Critiquen el trabajo del árbitro solamente cuando realmente crean que sus errores provocaron un resultado distinto al que ambos contendientes merecían.
Entiendan la labor arbitral como parte de los imponderables del juego, pero no la utilicen como escudo para "explicar" los propios fracasos. Porque una cosa es señalar los errores arbitrales, y otra muy distinta mantenerlos y enarbolarlos como el eterno y comodino pretexto para justificar las derrotas.
Además, para adquirir el más elemental derecho para reclamar por los errores que perjudican, primero sería necesario señalar los que favorecen.
Por eso seguimos a la espera de algún director técnico, jugador o dirigente que al término de un partido ofrezca una declaración como la siguiente: "Debemos reconocer que gracias a dos o tres errores arbitrales que claramente nos favorecieron, hoy ganamos un encuentro que debimos empatar o perder".
¿Quién será el primero que se anime?
¿Cuándo dejará de ser el árbitro el recurrente pretexto para justificar derrotas que en realidad tienen su origen en el mal funcionamiento del equipo que las sufre?
A ver cuándo.
gomezjunco@reforma.com
@rgomezjunco