¿Quieres naturalizarte?
Bienvenidos a la Liga Naturalizados MX. O mejor dicho, el edén donde jugadores de todos los países pueden elegir la nacionalidad para alargar sus carreras en este noble balompié tenochca.
El Monterrey podría jugar con 8 nacidos fuera de México el próximo torneo ¡casi todo el equipo! Aunque no superará a Xolos, que en la temporada
recién concluida tenía 10 elementos nacidos en el extranjero.
No se trata de envolverse en la bandera de México y lanzarse del Castillo de Chapultepec, pero sí valdría la pena hacer un análisis ¿Es eso lo mejor para el futbol mexicano? ¿es lo más conveniente para su alicaída Selección Mayor?
Yo lo único que pediría es que antes de pensar en naturalizarse por motivos meramente futbolísticos, conocieran la historia de Enrique Lucas González Guaita y remontarse a muchos, pero muchos años atrás.
EL SCOUTEO
Bastó que Benito Mussolini viera un partido de futbol para percatarse del potencial propagandístico y ordenó al presidente de la Federación, Giorgio Vaccaro, ganar la Copa de 1934.
-"Haremos todo lo posible", respondió el federativo.
-"No me ha entendido bien, general, Italia debe ganar este Mundial... Es una orden".
Así el fascismo puso en marcha un plan, con todos los recursos disponibles, para ganar su Copa del Mundo en 1934.
En marzo de 1933, Renato Sacerdoti, un banquero que además despachaba como presidente de la Roma, llegó a Argentina en busca de refuerzos para el club, claro, y que pudieran servir a la Azzurra.
No perdió el tiempo, y a punta de billetazos se llevó a los tres mejores jugadores de la época y que incluso ya habían jugado para la albiceleste, lo cual no era un impedimento en aquel entonces.
Así fue como Alejandro Scopelli, Andrés Stagnaro y Enrique Guaita, quienes tenían antepasados italianos, emprendieron un viaje que resultaría ser la aventura de sus vidas.
EL ARRIBO
La llegada de los "oriundi" -hijos de italianos nacidos en el extranjero- despertó de inmediato la polémica, e incluso cuestionaron sus antepasados italianos.
De los tres, Guaita era el más incómodo y criticado; sin embargo, sería cuestión de tiempo para que respondiera en la cancha.
Terror de la banda izquierda como "ala", impredecible, rápido y con un certero tiro a gol, el 10 de septiembre de 1933 anotó los 2 goles con que la Roma venció 3-1 a la Fiorentina; el romance del "Corsario Negro" con la afición romana había comenzado.
Convertido en la sensación del Calcio, el técnico de la "Nazionale", Vittorio Pozzo, enfrentó la más cruda de las polémicas al convocarlo, aunque sabía que detrás tenía el aparato de Estado.
"Si están dispuestos a morir por Italia, pueden jugar con Italia", dijo el DT. Se refería a que, a fin de ser promovidos por el régimen, debían ser registrados en el Ejército. Aunque les dijeron que era un trámite.
EL MUNDIAL
Con la orden de Mussolini de ganar a cualquier costo, Italia jugó con tres descendientes de argentinos su Mundial: Guaita, el mediocampista Luis Monti -quien había participado con la albiceleste en la Final de la Copa del Mundo de 1930- y el delantero Raimondo Orsi, la estrella pampera en los Olímpicos de 1928. Incluso, hasta tenían un brasileño, "Filo" Guarisi.
Gracias a que no existían las transmisiones televisivas, el mundo se perdió del que hubiera sido el Mundial más controvertido de la historia: árbitros que, casualmente, se equivocaban a favor de la casa y dejaban golpear a placer, sumada al eterno peso de la localía.
Italia venció 1-0 al "Wunderteam" austriaco de Matthias Sindelar con un gol de Guaita, que habría sido en fuera de lugar. En la Final, el "Corsario Negro" puso el pase para que Shiavo anotara el gol del triunfo y del campeonato. Entonces ya se llamaba Enrico Guaita y era el héroe nacional.
OPERACIÓN FUGA
Guaita se convirtió en uno de los héroes del fascismo, que no se cansaba de magnificar sus logros. En la Temporada 1934-35 anotó 28 goles en 32 partidos... pero pronto todo cambiaría.
Las razones no son claras y existen versiones diferentes: unos dicen que el régimen de Mussolini quería ponerlos de ejemplo; otros, que fascistas que seguían a la Lazio tenían celos. Lo cierto es que los tres "oriundi" de la Roma fueron dados de alta en el Ejército, que se preparaba para ir a la guerra a Etiopía.
El 19 de septiembre de 1935 fueron inscritos en el grupo de tiradores, y a la salida del cuartel, sostuvieron una charla con el director deportivo del club, Vincezo Biancone.
-"Mire, caballero, ¿seguro que nos quedaremos en Roma?", dijo Stagnaro.
-"Ciertamente, como los demás jugadores", respondió el directivo. "Despreocúpese, Italia se las arreglará sin usted".
-"No tenemos objeción en hacer el servicio militar en Italia, pero quisiéramos consultar con el Consulado argentino; quizá ellos nos digan la manera de no ir al Ejército".
Biancone dejó a los pamperos en el Consulado y les pidió estar a tiempo para la práctica de la tarde; sin embargo, ninguno se presentó.
Ni el DT Luigi Barbesino ni nadie en el club se preocupó, pensaron que se habían entretenido, hasta que entró una llamada casi al anochecer.
-"¿Ya saben? Guaita, Scopelli y Stagnaro escaparon; los vi con sus esposas y maletas en un carro grande y entonces desaparecieron".
John Foot, en su libro "Winning at All Costs: A Scandalous History of Italian Soccer", narra cómo de héroes pasaron a ser enemigos de Italia, pues pronto se les uniría Orsi.
"El caso provocó un escándalo nacional, y las autoridades fascistas los acusaron de cobardía, robo y contrabando", escribió, "la culpa también tocó a a la puerta de Sacerdoti, quien había renunciado 5 meses antes y quien más tarde se vería atrapado en un escándalo financiero y capturado por el régimen. El hecho de que era judío pudo haber tenido algo que ver".
Los tres jugadores se subieron a un tren rumbo a Francia y cruzaron por la noche la frontera; tomaron un barco y nunca regresaron a Italia.
El diario "Littoriale", que semanas antes se desvivía en elogios a Guaita, lo hacía presa del escarnio público: "No necesitamos ovejas disfrazadas de leones, ni debemos seguir alimentando serpientes".
EL DESENLACE
Guaita creyó haber estado a salvo en casa, pero a su regreso en Racing se topó con una violenta corriente opositora a su pasado, que lo juzgaba como un traidor.
Abandonó el futbol prematuramente, tan sólo dos temporadas después.
Se volvió director de una penitenciaría en Bahía Blanca, pero enfermó, perdió su trabajo y murió en la pobreza el 18 de mayo de 1959, a los 49 años de edad.
Para fortuna de todos, los tiempos han cambiado... ¿cuántos naturalizados más tendrá el futbol mexicano?
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