Mi cuento de Navidad

Francisco Javier González
en CANCHA


Las fechas exigen alguna reflexión.

Excepcionalmente, y contra las reglas clásicas del periodismo, tomaré una licencia: escribir una columna en primera persona.

Este diciembre cumplí 39 años en los medios de comunicación. Desde ayudante de redacción he pasado por diferentes puestos. Hoy estoy donde quiero estar, una bendición: trabajo en TDN, en Televisa radio y escribo en CANCHA,

lo que es un regocijo. No tengo la menor duda de que es éste el mejor diario que se publica en México.

Siempre he escuchado una pregunta recurrente: ¿porqué no se une el futbolista en México, no solamente para defender sus derechos sino también para enaltecer su profesión?

Hoy traslado esa pregunta al periodismo. Particularmente al deportivo. ¿Qué hemos hecho fuera del esfuerzo personal para mejorar nuestra actividad? ¿Qué hay, además de responder al medio que nos ha contratado, como aportación que pueda mejorar al gremio en el que hemos pasado toda la vida?

Los tiempos cambian y la forma de informar también. Hoy todo es mas rápido, breve, atomizado. La era digital nos obliga a adaptarnos. Pero la base tiene que ser la misma: calidad para investigar, redactar, presentar, interpretar.

En medios electrónicos manda la biblia de las audiencias. Si se logra marcar más rating haciendo más bromas, añadiendo más albures e ironizando con los espectadores, no importa. El fin justifica los medios. El futbol sirve como excusa para hacer otras cosas.

Se vale. Pero ¿es eso periodismo? ¿Es mejor olvidarse de la fórmula de imparcialidad, equilibrio y cautela para expresar opiniones? Estamos en presencia de otra cosa. Lícita, pero otra cosa.

En muchos medios impresos y digitales se celebra al que diga la mayor barbaridad. Se especula con información falsa sin que nadie ponga multas. Ni siquiera la ética profesional. El periodismo de redes sociales hecho por no periodistas toma más relevancia que el de los profesionales en ciertos casos.

Escasean los datos duros, las metáforas bien pensadas, las crónicas de más de dos párrafos. Del respeto al lenguaje es mejor no hablar. Ni de las referencias históricas que seguramente "están pasadas de moda".

Siempre hay mucho que vale la pena, pero la necesidad de rescatarlo es suprema... salvo que el de periodista sea un oficio en extinción que cede su paso al de animador, entretenedor y maestro de ceremonias.

Mi cuento de Navidad termina pidiendo que quienes podamos influir, lo hagamos mas allá de la camiseta profesional que defendamos.

Que pensemos en este maravilloso oficio que nos ha dado mas de lo que merecemos. Justo sería devolverle algo. Nos lo va a agradecer.
 
fjgonzalez@reforma.com