Tricolor de puertas abiertas

Francisco Javier González
en CANCHA


Las ausencias en la Selección Nacional siguen siendo tema de conversación pese a la buena figura que se le ve al equipo de Gerardo Martino.

Mientras los resultados se den, nadie se acordará de los ilustres nombres ausentes. Si el Tri resbala en un torneo en el que debe demostrarse superior a todos los demás, se abrirá una herida que dejará descubiertas, otra vez, las

reclamaciones.

En todo caso, hay que tomar alguna medida preventiva más allá de los acuerdos de primas, tratamiento comercial de la imagen de los jugadores y asuntos similares.

Una de ellas la propone Jesús Martínez, presidente del León.

Un motivo que los futbolistas rejegos a la convocatoria tendrán en el subconsciente es la poca pelea por los puestos que sienten.

Jugadores de exportación, con una vida diferente a la de los demás, sus satisfactores son diferentes: el hambre es menor, pueden dejar correr la Copa Oro sabiendo que luego vendrán vitrinas mas atractivas y, que salvo que haya actuaciones reveladoras en quienes los han suplido, serán llamados de nuevo.

Lo dicho por Jesús respecto a abrirle la puerta de la Selección a jugadores naturalizados tendría varios efectos.

Uno de ellos es que efectivamente, habría más competencia por los puestos.

Sabemos que hay posiciones en el campo que le duelen al Tri porque los goles, el talento en la media cancha y los mejores centrales de la Liga vienen del exterior. Darles la oportunidad puede generar más dudas a los consagrados a negarse y un salto de calidad en el equipo.

Culturalmente, sin embargo, quien se ha puesto la camiseta verde sin haber nacido en nuestro País ha sufrido las consecuencias.

Hay una presión social y mediática muy determinada contra ello. Unos más, otros menos, pero siempre han sido injustamente tratados.

Más allá de las razones jurídicas que están del lado del futbolista naturalizado, es necesario analizar la propuesta desde diversos ángulos.

El más sensible es la manera en que una persona adopta voluntariamente una nacionalidad y para qué.

Si la decisión obedece a que ya se echaron raíces en el País y de apego a nuestros valores, hay diferencia respecto a naturalizarse por conveniencia profesional.

En otras palabras, si la propuesta es para castigar a los seleccionados que declinan, pierde su sana naturaleza. Si es para recordar que hay naturalizados que pagarían por defender la camiseta tricolor y que son parte de nuestra cultura, no hay lugar a debate. Las puertas deben estar abiertas siempre.

La postura, por lo tanto, no debería ser coyuntural y reactiva a un problema: tendría que hacerse por vocación y según los gustos y necesidades del técnico en turno.

Jesús puso en la mesa un buen tema.

 
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