El gran 'Bato'

Roberto Gómez Junco
en CANCHA


El León y los Tigres dirimirán, mañana jueves y el domingo, cuál de los dos se alza como campeón de Liga del Torneo Clausura 2019.

Los dos mejores, después de 21 jornadas llegaron con inobjetables merecimientos a esos partidos 22 y 23 que los 16 restantes competidores hubieran querido jugar.

Final inédita, por cierto, entre los dos únicos equipos mexicanos en los que hace cuatro

décadas jugó Osvaldo Batocletti, cuya partida conmovió la semana pasada al futbol regiomontano y nacional.

Era ejemplar la figura de verdadero capitán del gran "Bato". Un capitán en toda la extensión de la palabra y el término; por el liderazgo que ejercía, por lo que representaba y proyectaba dentro de la cancha, pero también fuera de ella.

Brillaba por su sencillez, su personalidad, su calidad humana; de integridad transparente, de trato franco, amable, derecho, sencillo, muy lejos del simplista estereotipo del argentino agrandado, prepotente, soberbio.

Magnífico defensa central, físicamente muy poderoso. Fuerza y velocidad traducidas en una potencia inusitada en aquellos tiempos, pero también de elevada capacidad técnica, rasgo que solía y suele pasar inadvertido entre los defensores. Porque para prender de aire balones largos y reventarlos como se debe también hay que saber pegarle a la pelota, y muy pocos lo hacían como él, quien además hacía valer su solvencia en el juego aéreo, su visión de cancha y adecuada lectura del juego para realizar a tiempo las debidas coberturas.

Osvaldo Batocletti fue uno de esos escasos jugadores cuyo legado trasciende tiempo y espacio, porque va más allá de las canchas en que jugó y los años en que lo hizo.

Futbolista de altos vuelos al que quiso abrazar el River Plate alrededor de 1974, cuando ya estaba comprometido con el León, y a quien estuvo a punto de seducir el Monterrey un poco antes de ser inexorablemente seducido y conquistado por los Tigres a partir de 1977.

Un orgulloso argentino convertido en querido regiomontano, cuya naturalización mexicana se produjo en 1985, a los veintiún años de vivir en estos lares, y no por el convenenciero oportunismo de una Copa del Mundo en puerta.

Un "Bato" tan caballeroso, que en 2018 hizo campeonas a las mujeres desde la banca, como unas décadas antes lo había sido por partida doble con sus compañeros en la cancha.

Una figura institucional que mantuvo hasta el final un entrañable nexo con el equipo de sus amores y sus desvelos.

De su poderosa presencia en la cancha, a sus sapientes aportaciones fuera de ella; como entrenador, coordinador y consejero, como maestro y amigo, como admirado ejemplo viviente de rotundo éxito.

Una mínima dosis del alma del gran "Bato" en los dos flamantes finalistas, debería traducirse en 180 minutos de ese futbol que esta Liguilla sigue quedando a deber.

Si así no pagan... ¿entonces cómo?

 
Twitter: @rgomezjunco