La Dominguera

San Cadilla
en CANCHA


El ídolo de la ironía
 
 
Pocos futbolistas pueden presumir de convertirse en leyenda.

Gigi Meroni fue más que un futbolista que volvió loco a un país con recortes, cambios de ritmo y golazos como puntero del Torino de la década de los 60. Fue un símbolo de rebeldía, talento y originalidad.

Nació el 24 de febrero de 1943 en Como, donde tuvo una infancia

difícil al sufrir la pérdida de su padre por cáncer, por lo que su madre lo sacó adelante, junto a sus hermanos, confeccionando corbatas.

Desde pequeño, el hiperactivo Gigi halló refugio en el futbol, en una cancha atrás de la Iglesia de San Bartolomeo, equipo que defendióhasta debutar profesionalmente a los 17 años, en el Como Calcio.

"El estilista del regate", con su primer sueldo como profesional, le compró una lavadora a su madre.

El Génova, de la Serie B, se lo llevó dos años después de su debut, pero no tuvo éxito, pues el DT prefería a otros más experimentados.

Pero en la temporada siguiente hubo cambio de entrenador y Meroni la rompió; llovieron ofertas y el club lo vendió a escondidas cuando el DT, el argentino Benjamín Santos, andaba de vacaciones en España.

Los 300 millones de libras que ofreció el Torino de la Serie A fueron irresistibles. Al enterarse, Santos tomó su auto y volvió manejando para impedir la transferencia, pero murió en un accidente. Vaya premonición.

 
 
'LA MARIPOSA GRANATE'
 
 
Gigi llegó en 1964 a un Torino que no había logrado recuperarse de la tragedia de Superga, un avionazo de 1949 que cobró la vida de todo el plantel; el piloto de ese avión también se llamaba Luigi Meroni.

De inmediato se convirtió en el favorito de la tribuna y, por sus impredecibles regates con los brazos arriba, lo apodaron "La Farfalla Granata", en español, "La Mariposa Granate", por el color del uniforme.

Ese jugador desgarbado de pelo largo se volvió la sensación con su "7" en la espalda; el Torino recuperó su protagonismo al quedar en tercer lugar de la Serie A y llegó a una Semifinal de la Recopa de Europa.

Fue convocado a la Selección, pero el técnico Edmondo Fabbri le pidió cortarse el cabello. No quiso.

"No me importa", declaró, "seguramente Fabbri encontrará otro puntero. Yo seguiré vistiéndome como me gusta y me dejaré crecer el cabello como hasta ahora".

El futbol de Gigi obligó al DT a llevarlo al Mundial Inglaterra 66, donde casi no lo usó e Italia perdió frente a Corea del Sur, en una de sus peores actuaciones.

A su regreso, la magia de Meroni siguió cautivando y en 1967 el Torino cedió ante una oferta de 750 millones de liras, que para el colmo era del archirrival, la Juventus.

Los tiffosi bloquearon la calle frente al club y la Policía intervino; incluso, empleados de la FIAT amenazaron con huelga. Así, la directiva tuvo que romper el contrato.

 
 
EL FAN
 
 
Attilio Romero era uno de sus más grandes fans. Su cuarto estaba tapizado de pósteres de Gigi y en su carro traía una foto de él.

Su padre, un prestigiado médico de Turín, lo llevaba cada partido a verlo e incluso eran socios del club.

"Mi cariño entonces hacia Gigi Meroni era tan sólo superado, y por poca distancia, por el que tenía a mis padres", asegura Romero.

Attilio usaba patillas y barba como su ídolo y deliraba por él.

 
 
EL PERSONAJE
 
 
Antes que futbolista, Gigi era un personaje. En Turín lo veían pasear con su inusual mascota: un gallo al que paseaba amarrado.

La historia romántica cuenta que a Cristiana Understadt, una joven de origen polaco, la había sacado de la iglesia cuando se casaba con otro hombre; Sergio Barbero, en el libro biográfico de Gigi, escribió que en realidad había hecho que se separara de otro matrimonio sin amor para irse con él.

Una vez se disfrazó de periodista para salir a la calle a preguntarle a la gente "¿Qué opinas de Gigi Meroni?".

Vivía en el centro de Turín en una residencia que había decorado barrocamente, y donde disfrutaba oír música de Los Beatles, Rolling Stones y jazz; por eso su look.

Gigi además pintaba al óleo y disfrutaba hacerse autorretratos.

 
 
EL DESTINO
 
 
La tarde del 15 de octubre de 1967 el Torino venció a la Sampdoria 4-2, pero el plantel tuvo que quedar concentrado porque entre semana jugaría en la Liga de Europa; apenas llegaron al hotel, su compañero Polletti lo convenció de salir a tomar algo a un bar cercano; aún hay versiones encontradas sobre si tenía o no el permiso de su entrenador.

Quedaron atrapados en medio de una calle muy transitada, cuando un Fiat 124 golpeó a Gigi y lo lanzó varios metros y, posteriormente, un Lancia Appia le pasó por encima.

El conductor del vehículo era un joven de 18 años que acababa de sacar su licencia: Attilio Romero.

 
 
LA LEYENDA
 
 
La ambulancia, cuando lo trasladaba al hospital, quedó varada en el tráfico de la salida del estadio. Alguien se ofreció a llevarlo en brazos. Pasaron 90 minutos desde el accidente hasta que perdió la vida.

"Se me echó encima, no sabía quién era hasta que al bajar del vehículo lo vi tendido. Llamé a mi padre, que era médico. Fuimos al hospital pero nada se pudo", contó Attilio.

Una enfermera salió a decirle a Cristiana y demás amigos: "Todo ha terminado". Una vez más Turín se cubrió de luto por el futbol.

Así se apagaron 122 partidos con el Torino, con el que anotó 25 goles, más 6 juegos con la Selección. Tenía apenas 24 años.

 
 
EL GIRO
 
 
El destino aún no habría acabado con las ironías. Romero fue exculpado tras la investigación, pero cargó con su muerte durante mucho tiempo; incluso, tuvo que ir a terapia.

Sin embargo, 34 años después del fatal accidente, el empresario Francesco Cimminelli compró el Torino y le ofreció la presidencia a alguien que amaba esos colores y se sentía en deuda: Attilio.

Con Romero como presidente, el Club logró dos ascensos, en 2002 y 2005; sin embargo, una crisis financiera y de resultados, que los llevó a otro descenso, sellaron su salida.

En Italia, Meroni sigue siendo un objeto de culto... el corto pero impactante vuelo de la "Mariposa Granate" no se olvida.

 
 
Gigi Meroni
Ex futbolista
 
"Yo soy así no por exhibicionista, sino porque anhelo la libertad absoluta; y este pelo y esta barba son símbolos de la libertad".

 
 
Rubén Uría
En su libro "Hombres que Pudieron Reinar"
 
"Gigi no era carne, nervio y músculo. Era genialidad, comprensión, coraje y altruismo".

 
 
Dino Zoff
Sobre el carácter de Meroni.

 
"(Gigi) primero te regateaba varias veces, pero luego, cuando la jugada había acabado, se paraba para consolarte por lo que te había hecho".

 
 
Gianni Brera
Periodista italiano
 
"Fue un símbolo de habilidades extravagantes y libertad social en un país donde casi todo el mundo era un conformista travieso".