La Liguilla por el título tiene siempre ese atractivo efecto de hacer poderosos a equipos que no lo fueron tanto en el torneo regular, y de quitarle virtudes a quienes fueron mejores que sus adversarios. Ese factor sorpresa, que aplica en un porcentaje amplio, es comprobado con la implacable lógica que afecta al líder: casi nunca es campeón.
América tuvo su rato peligroso ayer en
Monterrey: Tigres, tras conseguir el empate, se les fue encima, marcó el de la ventaja, conjurado por las Águilas en los últimos instantes del cotejo para viajar al DF con un empate que parece más que valioso.
Sin embargo, nada está dicho y el lugar común cae justo a la medida. Si Tigres gana, estará dentro. Las apuestas se inclinan, sin embargo, del otro lado. El América pues, se repuso de un parpadeo que pudo causarle graves consecuencias. Así le pasa a muchos en la Liguilla: un rato les cuesta la vida.
Como a Cruz Azul, cuyo rato muy prolongado -casi 90 minutos- le hicieron recordar que en eso de los efectos de las series finales, es el que lleva la mano. No se acomoda, no se le dan. Tarde o temprano cae. Puede ser en los últimos suspiros de la final del torneo pasado o bien en los primeros de la Liguilla siguiente: la victoria se le escapa, le da la espalda. Termina haciendo merecimientos para no merecerla.
Toluca logra un marcador más feliz que una herencia: 3-0 para presentarse en el Azul el sábado. José Cardozo, líder otra vez de las huestes escarlata, pero ahora desde la banca, ha logrado volver a la vida a un equipo que se había tornado demasiado gris.
Da tanto gusto ver jugar al Toluca como sucede con el León. Los esmeraldas llenan los ojos, poseen un juego explosivo, efectivo y lucidor. Matosas dirige bien a un buen grupo de futbolistas que fueron a ponerle la bota en el cuello al Morelia, que se percató del descuido de su carcelero para escaparse repentinamente de un castigo excesivo.
Los cambios verdes parecieron un mensaje de renuncia; de cerrar el partido cuando le quedaba aún mucha vida.
Monarcas ofreció una reacción digna y necesaria para mantener la serie y empatar a tres -marcador que sólo se vende en Disneylandia- y ponerle gasolina a la vuelta en la que también León, pese a todo, tiene que marcarse como favorito.
En espera de que en el Gallos-Santos con el buen augurio del golazo de Darwin Quintero no haya decaído el promedio de goles, los juegos de vuelta tienen ese ingrediente incierto que atrae: todos parecen iguales y los que están perdiendo no están derrotados.
Que la vuelta sea tan buena como la ida.
@fj_glez_cancha
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