La Dominguera

San Cadilla
en CANCHA


Manías, manías...

 
 
Caprichosos, veleidosos y peculiares... los futbolistas son una raza aparte.

En el contexto de una vida normal resulta difícil de creer que un profesionista ligue su rendimiento a su estado anímico, que algunas veces depende incluso de la famosa comida chatarra.

Y no, no es sentido figurado.

 
 
RECUÉRDAME


 
 
Mucho ruido provocó en la semana la transferencia de Daniel Ludueña a Pumas, sobre todo porque a los 31 años da la impresión de que sus mejores momentos ya pasaron.

A mi entender, el argentino aún tiene mucho futbol que dar, pero es evidente que en Pachuca -como dicen los futbolistas -no anduvo.

Hace unos años cuando estaba en Santos, "El Hachita" atravesaba un bache y el nuevo entrenador lo notó.

Al platicar con el entorno del equipo se topó con que estaba a disgusto porque el anterior cuerpo técnico lo tenía limitado, y no precisamente en la cancha.

Ludueña, por increíble que parezca, estaba molesto porque no le dejaban comer su Gansito y su Coca-Cola, debido a un régimen alimenticio estricto por su propensión a ganar peso.

El DT, de los que dicen "mientras a mí me cumpla en la cancha, que haga lo que quiera", le dio esa libertad y en la concentración por fin pudo disfrutar de su comida chatarra a discreción.

Ludueña vivió entonces uno de sus mejores momentos en el Futbol Mexicano.

Este es sólo un ejemplo de las manías de los futbolistas.

Félix Fernández en esa maravilla de libro que es "Guantes de Futbol" narra de un compañero de cuarto y de posición de cuando jugaba en el Atlante, cuya rutina era tomarse las botellitas de los frigobares y rellenarlas con su propia orina.

Como un can que marca territorio, cada hotel que llegaba, cada vez que lo repetía y además lo presumía este gran guardameta que ahora es promotor y que no les puedo decir su nombre pero empieza con H y termina con Éctor Miguel Zelada.

 
 
SITUACIONES PARTICULARES
 
 
Hay otros a quienes la vida los ha puesto en situaciones muy particulares y a veces parecen bichos raros.

Siempre fue Rodrigo "El Pony" Ruiz un ejemplo de profesionalismo, pero no todas las veces se acoplaba con los entrenadores.

Dentro de los famosos códigos del vestidor, hay algunos técnicos que les gusta que los jugadores hablen, griten, comenten, se involucren o incluso cuenten chistes... "Hacer grupo", le llaman.

Pero el famoso "Pony" en esos casos era un ser diferente: introvertido, observador y entre menos palabras pudiera usar mejor para él.

Algunos entrenadores se lo tomaban a mal, y muchas veces no existía química. Pero otros se preocupaban por saber lo que había detrás, y ellos lograron sacarle lo mejor como futbolista.

Resulta que padre y madre de Rodrigo son sordomudos, por lo cual creció en un hogar donde reinaba el silencio y aprendió a comunicarse a través de la mirada.

Por eso mismo sus grandes cómplices dentro de la cancha, como Jared Borgetti y Matías Vuoso, ni siquiera necesitaban hablarse; bastaba una mirada para saber a dónde enviar ese pase que terminaba en gol.

Los futbolistas en su mayoría son seres singulares y los entrenadores muchas veces tienen que hacerle de psicólogos.

Quizá Francis Lee, en su rol de presidente del Manchester City, haya tenido la más genial de las perspectivas sobre el rol de los técnicos: "Hay que estar loco para ser entrenador, ¿en qué otro trabajo dependes de 11 jóvenes bobos?".

Y tú, ¿qué manía tienes?

 
 
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