Basura azul

Mario Castillejos
en CANCHA


No deja de resultar pasmoso cómo Cruz Azul y América, con tantos recursos económicos y futbolísticos, se vulgarizaron de esta manera.

La Final de la Liga MX resultó maravillosa mientras no se jugó. En la cancha, se evaporó todo el romanticismo. Empeñados en tirar la pelota larga, conducciones verticales o aventuras individuales sin sentido pero a toda velocidad, la asociación simplemente

jamás existió.

La línea recta no fue ni será nunca el camino más corto al marco rival. Y a todos esos que reprochan el tiki-taka, el pase corto y la posesión del balón, el futbol les mandó por adelantado su Navidad.

Con esas ideas bastante rupestres, donde el sudor, el pulmón, la garra y lo físico prevaleció, los 180 minutos fueron semejantes a esos aviones que no reciben permiso de la torre de control para aterrizar y dan vueltas en el aire esperando la hora.

Sólo en la ida, América tiró a gol ocho veces y Cruz Azul siete, ligaron con mucho esfuerzo 210 y 198 pases, pero tirando la pelota en largo 66 y 62 veces respectivamente (1.4 veces por minutito de tiempo corrido).

Muchos trataron de solapar el pinchito juego con conclusiones como: se neutralizaron, se respetaron sabedores que aún faltaba otro partido, el temor a perder fue latente, etc., cuando la verdad es que aquello fue basura pura porque en muchos partidos eso les resultó.

Para sorpresa de muchos, el segundo partido se jugó peor hasta antes que apareciera el gol, aunque América siempre pisó más tiempo el terreno del Cruz Azul. Y de hecho, así fue como marcaron, coronando una pelota recuperada en la salida, donde el experimentado Corona se le ocurrió darle la pelota a Marcone que estaba de espaldas al campo, el resto lo selló Edson Álvarez.

Tengo que reconocer que América persiguió la victoria con frenetismo, intensidad, con más codicia y fe. Y con el 1-0 en la pizarra, Cruz Azul intentó destrabar el palo que traía en las ruedas y buscó la igualada por el mismo camino que marcaron sus goles en el torneo: de la nada en la que habitan.

Entiendo que hay muchas maneras de enfocar el futbol y también de ganar, pero este deporte es fascinante porque existen algunos equipos que quieren ser grandes jugando como si fueran chicos.

America picó piedra para ganar. Lo hizo como acostumbra, a la tremenda, a martillazos hasta generar el desplome rival.

Y el ADN de Miguel Herrera también apareció en sus jugadores, porque ellos fueron tan frenéticos que olvidaron la finura, adelantaron líneas desde el inicio, recuperaron de forma rápida la pelota y atacaron de forma global buscando ser electrizantes.

América campeón y punto.

Lo escrito escrito está.

 
Twitter: @castillejos_m