Póliza contra la humillación

Francisco Javier González
en CANCHA


Cuando un grande cae en desgracia, debería ser motivo de luto hasta para sus más enconados rivales.

Hay equipos que ayudan a pasarla bien y otros que marcan el camino, que le dan prestigio al deporte que ejecutan y son referencias a nivel mundial.

Por eso da pena lo que le pasó al Real Madrid.

El cochinero en que se convirtió el anuncio sobre el nuevo técnico a unas horas del

inicio de la Copa del Mundo dejó a la Selección española sin entrenador y al Madrid sin futuro. Falló la autoridad moral y cuando eso sucede, todo lo demás se descompone.

En los últimos diez años, el peor lugar que había ocupado el equipo merengue a la altura de la décima fecha era un tercero. Ahora está en el noveno, extrañando a Póliza contra la humillación Cristiano Ronaldo porque algún día tenía que irse, pero más a aquellas figuras que no llegaron a cubrir el hueco. Las contrataciones para esta campaña fueron innecesarias además de discretas. Nada galácticas, como su presidente algún día volvió a poner en boga de acuerdo a los valores de la institución.

El día de campo se celebró en Cataluña por partida doble. Lo tuvo el Barsa en el campo y Messi en la grada. Nunca un mejor día para recuperarse de una lesión menor que el de ayer. Ni hizo falta en el campo porque el adversario existió sólo 20 minutos del segundo tiempo para tratar de evitar una tragedia que terminó siendo de época.

El Barcelona, que no tiene culpa de lo que sucede en la casa blanca pero sí el honor competitivo para aprovecharlo, terminó dando toque a un rival roto moral y futbolísticamente.

La paliza quedará en el recuerdo durante muchos años.

La importancia de esta clase de duelos hace que cicatrices tan profundas sanen con dificultad y la alegría del vencedor sea útil para algo más que la numeralia histórica.

Debería haber una póliza de seguro en la que cuando una imagen tan colosal como la del Madrid -o el propio Barcelona- cayera como sucedió ayer, los aficionados pudieran recibir una indemnización.

Este es uno de esos dolores que no paga el dinero, pero alguna compensación debería existir por el papel que juegan en la narrativa del deporte mundial estos clubes ícono junto con sus millones de seguidores.

Lo que sí hay son facturas que necesitan ser pagadas. Los responsables de la debacle madridista, aunque hayan sido parte de su historia anterior, tienen que dar la cara. Despedir al técnico no basta. Se han cometido errores tremendos que no merece su historia y que no alimenta su futuro.

Lo parejo, épico, competidos que tienen que ser estos partidos, entregaron ayer una caricatura blanca indigna de lo que aún en las peores épocas se puede esperar.

La vuelta a la página debe ser inmediata.