No hay mucho que agregar, lo obvio abrevia y descubre.
Jugadores cómodos, exorbitantemente pagados, saben que si no es hoy, será mañana en sus clubes porque el de la banca del Tri es ave de paso.
Pero no vale extrañarnos ante su comportamiento; así fueron criados. Porque más allá de comprender cualquier confusión táctica de escándalo, que la hay y muy profunda, sólo unos cuantos
han sido capaces de poner frente a la cancha lo que puede no venir del pizarrón, o sea, el orgullo acompañado de los estándares mínimos de la calidad con la que fueron abastecidos.
Y eso es lo único que se le puede pedir a un profesional cuando está en absoluto estado de confusión después de escuchar a tres técnicos en tres meses.
Ahí viene Nueva Zelanda, entusiasta, adaptada a la altitud hace semanas, con un alto promedio de estatura, muy superior al de los nuestros, y con su sistemática capacidad para rechazar el juego aéreo y hacer los goles por esa vía.
No veo la estrategia actual ni a los jugadores de las últimas convocatorias con la suficiente confianza como para autocalificarse como favoritos, pese a que Nueva Zelandia, también se vale nombrarles así, sean el equipo número 67 en la lista de FIFA.
Es una situación de emergencia y hasta la respiración artificial vale para tal contingencia. Ya habrá tiempo de escarbar en las razones que atascan hace décadas al futbol mexicano y que no se resuelven ni en tiempo ni en forma.
Por lo pronto, en estado de coma, es hora de alterar todo lo necesario y más para que se pueda potenciar a cualquiera en la cancha. Luego, deben renunciar los que tengan la dignidad. Acto seguido, cada uno de los dueños, porque todos votan y valen por igual según sus propias declaraciones, tendrán que razonar cuales son sus motivos para no estar de acuerdo en el número de extranjeros, calendarización, horarios, fuerzas básicas, etc, etc.
Hoy se ocupa un golpe de timón porque el barco está hundido. Por lo pronto ya levantó la mano Jorge Vergara. ¿Hay más voluntarios?
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