Clásico para recordar

Francisco Javier González
en CANCHA


El Clásico hace que propios y extraños pongan siempre un ojo en él.

Los estudios de mercadotecnia, nuestra demografía futbolera y lo que provoca un partido de estos, ciertamente confirman que son más los propios: la afición sumada entre los dos hace mayoría espectacular sobre cualquier otra combinación de equipos.

Pero para que un Clásico siga viviendo, de vez en vez tiene que

resellar su vigencia: ofrecer partidos memorables que sigan alimentando la leyenda y la rivalidad.

Y así recordamos el gol de Muciño cuando pintaron las áreas de blanco, el gol de Borja cuando se estaba inventando apenas la ley de la ventaja, el de Víctor Rangel bajo un diluvio temible en el Azteca, el de la bronca entre Tena y Quirarte, el de la rabona de Edú para el gol de Toninho y aquellas Liguillas de toma y daca en las que cada quien ganó su batalla.

Anoche fue alimentada otra vez esa historia.

A falta de enfrentamientos constantes en Liguillas, porque Chivas ha faltado a muchas últimamente, hacen falta buenos partidos de Liga.

Las crónicas, como en CANCHA, hablarán del primer tiempo americanista demoledor...salvo porque no supo demoler. Y del segundo en el que Chivas, tras tomar aliento en el vestidor, cambió sus sufrimientos por una iniciativa de adelantar líneas y poner en tanto riesgo al rival que hasta se puso en ventaja.

El gol en fuera de juego que el VAR hubiera evitado, la reacción de las Águilas llenas de orgullo que se fueron encima y empataron con una obra de arte y luego, la estocada final para la épica: el penal extremo que Gudiño le tapó a Uribe para dejar en tablas una historia qua además de buena, buscó un héroe que desde el primer tiempo había levantado la mano.

También fue parte del Clásico la negativa de Jair Pereira a abandonar el terreno pese a que la ciencia médica seguramente hubiera aconsejado otra cosa tras el tremendo golpe en la cabeza en una disputa con Oribe Peralta. O que la única tarjeta amarilla se mostró a unos instantes del final por una tontería a media cancha que evitó tener uno de los Clásicos más limpios de que se tenga memoria.

Tanto América como Guadalajara mostraron sus credenciales. Por nada, las Águilas no amanecieron como líderes generales, posición que siguen peleando.

Y por nada, las Chivas no se alejaron más de la zona de clasificación a la que tarde o temprano, pese a sus bajas e irregularidades, habrán de entrar de nuevo.

El Clásico llenó el Azteca, dejó un buen sabor de boca y despidió a dos equipos que lo pelearon hasta el final con sus distintas maneras y herramientas.

Desde los colores, las ópticas son diversas. Pero todos concordaremos en que cumplió con la misión encomendada.

 
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