En la versión cinematográfica, el personaje hubiera evitado presenciarlo directamente.
Estaría sentado solitario en la barra de un bar contándole al cantinero todas sus peripecias. Podría llamarse Sam o Joe, quien acostumbrado a escuchar con paciencia de psicólogo a sus clientes tardíos mientras lava los vasos de los demás, resistiría la curiosidad de cómo va el marcador.
Podría
estar escuchando del desolado parroquiano la manera en que sus sueños se fueron derrumbando. Cómo en 11 pares de piernas puede morir súbitamente el proyecto más ambicioso que un equipo de trabajo quería llevar hasta las últimas consecuencias de la victoria.
El personaje imaginario estaría esperando -como en el beisbol- que el pítcher relevista le salve el partido para no cargar con una derrota tan espantosa; con un fracaso que recordaría toda la región por los siguientes 100 años y durante ellos lo nombrará con su apellido. Sabría que todos los espectadores estarían listos para culparlo aunque ya no esté ahí si no aparece el rescate. Que la rabia no se descargaría en los encargados de ganar si es que pierden, sino en quienes los dejaron en una posición tan vulnerable. La comarca está tan acostumbrada a proteger a los ídolos aunque se equivoquen y fustigar a sus tutores aunque hayan tenido épocas de brillo que no tendría por qué ser diferente.
Hay personas que no son capaces de ver directamente un partido en el que sienten grandes riesgos. Es posible citar a una veintena de seres cercanos que dejan grabando los juegos de su equipo y sólo sabiendo el resultado se atreven a verlo... o a borrarlo.
¿Qué es el partido de mañana? ¿Debe ir la gente vestida para una fiesta? ¿Es mejor que escondan debajo de su indumentaria verde alguna ropa negra por si hay que salir llorando del Azteca? ¿Se aprovechará que es viernes para reunirse con los cuates alrededor de unas cervezas o la situación amerita una mayor solemnidad? ¿Será favorecida la narración que hace chistes hasta de la muerte o la que trata de analizar con más ciencia lo que estemos viendo en el terreno?
México juega su resto para tratar de llegar a Brasil 2014. Nunca estuvo tan flaco de números, tan escaso de credibilidad. Nunca se le temió a Panamá que ha ganado un solo partido de los ocho que ha jugado. Pero tampoco nunca se tuvo tal desconfianza al Tri, que tampoco suma más de una victoria en el Hexagonal de pesadilla.
Chepo lo verá de una manera. Tena, de otra. Usted. Yo. Cada quien enfrentará desde su asiento de manera diferente un partido que ahora no parece juego y que revestirá distinta importancia para cada cual.
Hay que ganar. Como desde hace tiempo. Como se espera. Como debió suceder desde el primer día.