Resulta lógico preguntar si hay alguien capaz de frenar la marcha triunfal del América, primer clasificado a la Liguilla y poseedor de una credencial en cuya foto aparece más apuesto cada día.
El 2-0 no puede resistir fácilmente una opinión en contra. Fue certero en los momentos más importantes, en minutos casi consecutivos enderezó con dos goles un partido que tuvo un trámite más difícil
que el reflejo del marcador y cerró números con un partido pendiente que le amarra la Liguilla con anticipación pasmosa.
Sin embargo, la respuesta no estaba demasiado lejos hasta antes de ese par de goles: el propio Guadalajara parecía haber encontrado la receta para detener a un rival que con 20 puntos de ventaja en la tabla de posiciones, batalló para llegar al momento que le hizo acumular otra hazaña.
Las Chivas le jugaron un partido casi perfecto a las Águilas. Equilibrando el medio campo para tapar a los emisores de los servicios peligrosos y preocupando como nadie tal vez lo había hecho a la hora de atacarlo, fue dibujando un planteamiento sorpresivo y casi efectivo.
Pasaba sus mejores momentos cuando Sambueza, combinando las facilidades que le concedió la marca con su propia habilidad y brillo, tiró a la basura todo el esfuerzo de los rojiblancos con el pase para Raúl Jiménez, implacable hasta que llegó ese momento. Antes, había sufrido en el partido porque Mendoza no se encontró, los contactos con Rey eran mínimos y los disloques de Rubens eran francamente contados.
Para ganarle al América, siguiendo con la pregunta original, le habría hecho falta al Guadalajara ser mas certero con las ocasiones que provocó: a las Águilas les molesta que las ataquen. Es tan poca la costumbre que tienen de que alguien les trate de estorbar la salida con una formación compacta que además les reste espacios para ensayar sus contragolpes, que se llevaron algunos apuntes de regreso a Coapa.
América ganó bien. Pero Guadalajara, ejecutando su mejor partido de todo el torneo, le dio pistas a los demás equipos que vayan a enfrentar al líder: sí hay maneras de ponerlo en aprietos y de ganarle, como ya lo hizo Santos Laguna.
Juan Carlos Ortega es pragmático al juzgar diciendo que la mejoría de Chivas no les alcanza más que para empatar o perder. Y Miguel Herrera amarra los pies al piso: lo único importante es el bicampeonato.
Cada quien mantuvo con dignidad sus papeles. El Clásico fue más que razonable.
Pese a las distancias, fue reñido y tenso. Un partido para agradecer a los dos equipos que lo hicieron posible.
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