No siempre me gusta tener la razón. Vengo diciendo que la idea de tener una Copa es buena, pero su formato maratónico es aburrido y desgastante.
Espero con ansiedad el fin de la terquedad de los directivos de la FMF para poder ver la Copa "X" transformada en un verdadero y atractivo torneo, con el simple hecho de jugar los partidos con el formato de muerte súbita.
Con el mejor
nivel enseñado en estos Cuartos de Final, habrá más interés de parte de los patrocinadores en cambiar la "X" por su marca. Si el criterio corto de los de pantalones largos no los deja ver lo obvio, una lanita extra seguramente deberá hacerles entender que es mejor la calidad que la cantidad.
En esta fase de Cuartos de Final, entre los interesantes encuentros de vida o muerte tuve la grata sorpresa de atestiguar uno de los mejores y más emocionantes Clásicos Regios de los últimos años.
Nadie se acordó que no estaban en la cancha los seleccionados. Los Tigres saltaron al terreno de juego dejando boquiabiertos a griegos y troyanos. Con su propuesta ofensiva, asfixiaron y dominaron al Monterrey, que utilizó lo único que encontró a su alcance: el contragolpe.
Errores defensivos se combinaban con aciertos ofensivos, atrevimiento, actitud, intensidad, goles y un final cardiaco, un Clásico en su máxima expresión.
La lucha durante los 90 minutos tuvo una jugada clave, que fue la falla de Villa frente a Ibarra, lo que hubiera sido el 3-0 en el marcador y el último clavo en el ataúd rayado, un error que se combinó con el gol oxigenante del "Chelito" Delgado.
Como por arte de magia, el dominio felino se transformó en preocupación y su motivación en miedo, mientras que el Monterrey empezaba a trazar su resurrección.
Empujados más por su creciente estado anímico que por su futbol, los Rayados compraron a pelotazos su pase a una tanda de penales perfecta, y por cuarta ocasión eliminaron a los Tigres en una Liguilla de una competencia oficial.
Lo que yo pensaba de Tigres cuando estaba arriba 2-0 lo sigo pensando aún siendo eliminados. No hay lugar a las críticas, no hicieron falta los seleccionados, dieron un gran partido y fueron duramente castigados por no matar al rival cuando lo tenían en la lona.
Lamentablemente para los Tigres, su gran presentación quedó resumida en el triste consuelo de haber sido un digno rival.
El Monterrey sacó el coraje de un equipo que aprendió a lo largo de sus años de gloria cómo ganar partidos importantes aun sin estar en su mejor forma futbolística. También tuvo sus méritos al levantarse de la tumba cuando ya lo dábamos por muerto.
Así son los Clásicos. No siempre el fin justifica los medios.
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