Que el cielo les ayude

Francisco Javier González
en CANCHA


Hay que desearle mucha suerte a Chivas y a Veracruz.

Más allá de la simpatía por su historia, entorchados y tradición, tienen en común algo contra lo que necesitan luchar con encomio: presidentes inexpertos.

Y eso hace que sentimentalmente se le parta el corazón a cualquiera.

Claro está que son casos diferentes. Cada uno tiene sus particularidades. El de Veracruz es

dramático.

Fidel Kuri se mete en camisa de once varas cada vez que puede, sin la habilidad de escaparse de ella cuando lo necesita.

Ha arremetido contra Memo Vázquez con una violencia verbal inusual, inmerecida y excesiva.

Lo llamó traumado, perdedor, mercenario y empleó algunos otros calificativos que ponen mal a un técnico que aceptó el reto cuando nadie más se atrevió a ello.

Que por lo visto se doblegó ante un ofrecimiento económico sin protocolo legal y tomó a un equipo rutinariamente debilitado en cada régimen de transferencias.

Ese Veracruz sin rumbo, y cuya cabeza ha cometido en el futbol más desvaríos que aciertos, ahora llama con un contrato -si lo hubiera- cada vez más desventajoso, a un entrenador que tiene once años sin dirigir y que por lo tanto con trayectoria empolvada.

Ante un conflicto del que podemos no tener demasiado detalle, el juicio siempre favorecerá a la parte con mejores antecedentes. Y ése es Memo Vázquez.

El hoy ex técnico escualo es un hombre con valores, de comportamiento ético, trabajador y de bajo perfil. No le gustan las entrevistas, no le gusta meterse en líos, no protagoniza escándalos y se ha dedicado a enderezar una carrera que le fue pródiga al principio y que luego ha sufrido descalabros. Ésos que le hicieron tomar al Veracruz y no a un club consagrado.

En el caso del Guadalajara, la historia dice que un presidente de treinta años de edad nunca ha sabido manejar un club de Primera División. Ése es un dato, no una adivinanza.

Un equipo como Chivas no necesita que alguien experimente con él durante dos años y luego se reintegre a su verdadera vocación que es la de cineasta. Tal franquicia merece menos zozobra, más estabilidad de la que ha encontrado ante la falta de procedimientos y políticas que, evidentemente, en su seno son poco sólidas.

Ni siquiera el joven Amaury Vergara ha heredado los manuales que ya hicieron funcionar al Guadalajara para que siga los preceptos comprobados ahí reunidos. Eso no existe.

Sin dudar de su capacidad y apelando al tiempo que pone a cada quien en su lugar, invoquemos aquel viejo dicho: para ser primero hay que parecer. Aplica también a los directivos.

Veracruz y Chivas viven en el constante riesgo de las malas decisiones, con el extensivo sufrimiento a sus fieles seguidores.

 
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