Aunque reviente decirlo

Francisco Javier González
en CANCHA


Existe una ley que se aplica cuando el aficionado -o parte de la crítica- se siente agraviada: se le echan en cara al futbol varonil los logros del femenil.

Y entonces, cuando las chicas Sub 20 derrotan a Brasil el pasado fin de semana en el Mundial de Francia, se dejan escuchar las voces: "la Selección mayor debería de aprender".

La victoria contra las brasileñas, más ajustada que

la de los varones contra Alemania, cumplió sin embargo con la misma función: ofreció además de una gran alegría, un punto de avance respecto a anteriores experiencias.

Que no sería suficiente con ese triunfo en los respectivos debuts frente a potencias que nos quedan lejanas, es lección aprendida. Para dar el siguiente paso, hay que lograr consistencia.

El golazo mexicano que le dio la ventaja ante las inglesas en las primeras horas del domingo fue de marca registrada.

Esa niña marcada con el número 11 en la espalda -Jacqueline Ovalle- es una fuera de serie. Cuatro goles en el Mundial francés Sub 20 que es por lo tanto formativo en la carrera de las futbolistas, nos hablan de que en ese equipo hay clase, hay trabajo y lo que se necesita es tener paciencia y confianza en todo lo bueno que se mostró.

A esas edades en cualquier nivel, lo que falta es precisamente madurez para no cometer errores, evitar desconcentraciones, sabiduría para manejar los partidos y frialdad para leer lo correcto.

El 6-1 es un golpe demasiado severo. Es la segunda goleada más fuerte en la historia -alguna vez las alemanas hicieron 9 agujeros en una portería mexicana- pero el resultado no debe ser el único juicio sobre la actuación de este equipo. Aunque la última impresión es la que más recordaremos, igual que con la Selección mayor.

Dicho de otra manera, está el futbol mexicano para lanzar un do de pecho, pero no para completar la sinfonía. Eso lo dará, con su añadido correspondiente de fortuna, el sostenimiento del buen trabajo en Selecciones que de repente se ahoga por la crítica al técnico en turno o al resultado decepcionante que rompió nuestros sueños.

Escalar en la escena internacional es laborioso y las ansias del resultado esperado no ayudan a avanzar más rápido. Tendríamos que revisar la historia de los países campeones del mundo para no olvidarlo: nada fue logrado por generación espontánea.

El futbol femenil con una base más seria, cuidadosa y constante que en cualquier otro momento de la historia, merece un guiño de confianza.

No hay que compararla con la estructura, competencia y posibilidades que le pensamos a un futbol centenario como el varonil, ni mezclar juicios entre uno y otro.

En ambos casos hubo un progreso, aunque el ánimo impida verlo así.

Pese a todo, el camino es bueno.

 
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