En términos generales, las goleadas son un accidente.
Se recibe un marcador inusual -o se fabrica a favor- porque el partido así se dio, porque hubo muchos expulsados. Alguna desgracia.
Ha habido campeones que recibieron algún castigo severo en el camino y terminaron dando la vuelta olímpica. El América campeón de 75-76 había recibido una goliza en Toluca de 6-2 que hizo decir a
los más optimistas que era por ese mismo número, impreso en su camiseta, recordando ese número de aniversario.
El Atlante no se lleva con los números: reprueba aritmética una y otra vez. Nunca le da al resultado.
Una paliza como la que se llevó ayer de La Bombonera es tan extraña que la recibe más o menos cada 10 años. José Antonio Echevarría ofrece el dato: en noviembre del 94 el Necaxa le ganó 7-0. En agosto de 2004, las Chivas le clavaron un marcador idéntico. Veracruz y Morelia también le haría 6 en ese mismo certamen. Ayer en Toluca, los Diablos le ganaron con ese 7-1 que vuelve a cimbrarlo. Esperarán los Potros que pase otra década -poco más, poco menos-, para volver a ser revolcados de esa manera.
Los azulgrana, sin embargo, son diferentes a los de otras veces porque ya se acostumbraron a perder desde hace un buen rato. Se quedaron sin referentes en el cuadro, por razones presupuestales contrata no lo que se quiere sino lo que se puede y están sufriendo consecuencias tales que ven el descanso con mayor naturalidad cada día que pasa.
Más números: los Potros, tradicionales y entrañables, han perdido su dimensión. Desde el Clausura 2011 en que terminaron con el cuarto lugar al término del torneo regular, no han tenido un buen torneo. Son ya 5 incluyendo el actual, en que no suben del lugar 14. Cuando mejor les fue en ese lapso ganaron 5 partidos y ahora solamente tienen un triunfo, de último minuto la semana pasada y contra otro desahuciado de la Liguilla. Es decir, que las pocas victorias con que se han topado, no han sido generalmente de las que visten; contra rivales de postín.
Hay partidos como el de ayer en que el técnico termina viendo con la mirada perdida y los brazos cruzados hacia el campo, que los jugadores terminan cabizbajos y peleados entre sí, que el aficionado termina pidiendo piedad, para que recorten el tiempo o para que el adversario baje aun más las revoluciones para darle chance de caer con menos violencia.
¿Qué pasó ayer en Toluca? Que el Atlante dejó de competir; le cuesta mucho hacerlo. Y además el técnico cuando ya le habían metido 7, seguía buscando el empate en lugar de replegar filas como en las batallas militares para perder el menor número de efectivos. No fue una mala tarde. Es un pésimo presente.
fjgonzalez@reforma.com