Las mil caras del Clásico

Diego Silva
en CANCHA


Mañana se juega el Clásico de la Ciudad. Es día de fiesta para muchos aficionados y motivo de pachanga para muchos más.

El Clásico tiene muchas caras y no todas son de buen ver.

Comencemos por el aficionado, aquel que pone su afición, costumbre, historia y herencia deportiva en los pies de sus ídolos. Ellos gozarán y sufrirán el encuentro de manera personal, hasta el último de sus

gritos, hasta el último de sus miedos y con el alma hecha un puño, esperando tener la victoria de su lado.

A ellos no les importan los directivos, las barras, los medios de comunicación, los promotores, los patrocinadores; a ellos les gusta el futbol. Entienden que es un espectáculo deportivo que les da alegrías y les hace vibrar con los suyos. Saben que hay cosas más importantes en su vida que un simple juego.

A ellos mi cariño, admiración y respeto. ¡Qué bonito!, ¿verdad?

Pero hay otros, de otra raza, con otra cara, objetivo y propósito. A esos sí les importa el dinero, los directivos y promotores. Esos no quieren al futbol.

A esos no les doy mi cariño, ni los admiro, y los desprecio.

Mi memoria y mi edad no me dan para recordar Clásicos de los sesentas o setentas. No por ello no sé que sucedió y por lo cual se ganaron este superlativo, pero sí me da para recordar las hazañas o vergüenzas que pasaron los jugadores de esa época. Recuerdos buenos, tristes, difíciles, penosos, dolorosos, amargos y dulces; fantásticos o trágicos; recuerdos de mi vida.

Nunca olvido en dónde estaba en esos momentos de Clásico, con quién y qué pasó ese día y el festejo o la manera en que manejé la derrota.

Los Clásicos dividían -no sé si todavía- familias, y grupos de amistad, incluyendo a la mía. Dividían, sí, pero al mismo tiempo unían.

Recuerdo mis apuestas de niño, de joven y de casi viejo. Pero ahora lo vivo, ya no desde la cancha, ya no como aficionado, sino como un enamorado de este deporte.

También lo sufro y lo gozo, sin aquel cargamento de emociones que antes involucraba. Lo gozo con respeto y pasión a mi profesión.

Todavía recuerdo mi debut en un Clásico: ¡qué día, y qué noche!. Más bien debería de decir, ¡qué días, y qué noches!. Desde que supe que iba en la alineación titular, tres días antes, ya no pude dormir, no quería comer y no podía pensar en nada más. Era mi día de ser parte de la historia.

Jugaría muchos más, ganaba o perdía, muchas veces con merecimientos y otras no tanto. Se disfrutaban o sufrían de igual forma.

Si se ganaba, los días por venir y hasta el siguiente encuentro contra ellos, los podía molestar y sentirme feliz; pero si perdía, las cosas no caminaban bien. Las miradas de reproche de tu afición, acompañadas de muchas mentadas de madre y sobre todo, la vergüenza que tenía con aquellos que habían puesto su cariño en mi pies era atormentadora y una loza muy pesada.

Sí tenía vergüenza, no de jugar y competir: de defraudar.

Mañana se juega el Clásico y voy a estar ahí, le voy a sumar recuerdos a mi memoria y espero que sean buenos cosas que almacenar.

Tu, ¿cómo vas a vivir tu Clásico?

 
@JUGADA VIRIL
 
diego.silva@mural.com