Hay aspectos de "La inteligencia emocional" de Daniel Goleman, compatibles con el perfil del nuevo técnico de México. Ese libro se volvió de culto para quienes lideran pensamientos y empresas, mismo que conocí por cierto y por fortuna, por un pedagogo incomparable: Carlos Guevara Banegas. Goleman trascendió su obra original, con "La inteligencia emocional en la empresa".
Hace mucho tiempo
no teníamos un entrenador nacional de futbol con la facilidad de Víctor Manuel Vucetich para, sin proponérselo, ser un intérprete lírico de los preceptos que contienen ambos libros. Víctor es un ganador porque racionalizó un método y sabe comunicarlo. Porque sus entrenados son tratados con respeto, porque sin lineamientos disruptivos sabe a quién tiene que exigirle cada cosa.
No pretende ser simpático, pero gana todas las afinidades porque se preocupa por conciliar, medir el humor social de sus dirigidos, promover al autoconocimiento, autocontrol, compromiso, integridad y habilidades de cada futbolista, tal y como dicta y propone Goleman. Tales conceptos pueden ser aplicados a cualquier profesional mientras esté enterado con claridad de lo que se pretende que entienda o deba ser comunicado.
Gracias a su credibilidad, el mensaje fluye y es aceptado, pero de ahí en adelante, la virtud de Vucetich radica en la congruencia, sentido común y claridad de criterios para hacer a cada integrante del equipo tan importante como el resultado del esfuerzo de todos al servicio del interés común.
No aparece con declaraciones exóticas, pocas veces se queja de los árbitros, sabe manejar crisis y lo más importante: nunca se da el crédito por encima de sus jugadores. Eso lo ha vuelto un seductor. Claro que tiene la inteligencia emocional y la humildad, porque lo mucho le ha dado el futbol mexicano, del que conoce todas las entrañas, no le hace sentirse menso en su papel de bombero, al contrario, le llena de orgullo y se siente capaz de encontrar las soluciones de emergencia a partir de un diagnóstico que es urgente.
"Que jueguen los que rinden ahora y no los que tienen blasones", es una frase eficaz y contundente. Estimula la autoestima de los que juegan aquí, a determinada altitud, y les baja las ínfulas a quienes ya creyeron que Europa por sí misma, es la panacea futbolística.
Puedo apostar a ciegas que el primer paso se ha dado: el líder es inteligente emocionalmente y flexible y sabrá cuándo, cómo y dónde provocar las mejores conductas y ejecuciones de sus futbolistas. Ponga a quién ponga.
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