Comodina medianía

Roberto Gómez Junco
en CANCHA


Terminó la Selección Mexicana su participación en Rusia 2018.

Con una digna pero insuficiente actuación ante la escuadra brasileña, y con la inconmensurable figura de Guillermo Ochoa como principal estandarte, los tricolores se despidieron del certamen mundialista como ya lo habían hecho en las seis ocasiones anteriores: en el cuarto partido.

Dos triunfos y dos derrotas, tres goles

a favor y seis en contra; décimo lugar entre los 32 competidores.

Esos son los fríos números de este conjunto mexicano. Pero más allá de ellos está el desempeño alcanzado en términos generales, evidentemente por abajo del ofrecido por otras ediciones del "equipo de todos" en copas del mundo: las de Francia 1998, Corea-Japón 2002 y Brasil 2014.

Con un material futbolístico aparentemente superior al que tenían esas otras ediciones tricolores, en el momento culminante ésta se quedó corta en cuanto a rendimiento, aunque más o menos en el mismo lugar en cuanto a resultados.

Para acertar en el diagnóstico sobre el trabajo realizado por la Selección Mexicana en este ciclo, no deberían los de pantalón largo distraerse mucho con lo sucedido ante la escuadra brasileña, simple y sencillamente superior en todos los renglones.

Ni siquiera deberían detenerse tanto en el "análisis" de la desastrosa actuación ofrecida ante los suecos, ni cegarse con el resonante triunfo obtenido en su presentación ante los alemanes.

Lo que procede es que quienes toman las decisiones importantes distingan (y se ve difícil), si esa generación de futbolistas mexicanos daba o no para alcanzar objetivos más ambiciosos, si fue o no cabalmente aprovechada. Mejorar la Liga de donde se alimenta la Selección, y después saber en qué manos entregarla en cada proceso mundialista.

Sólo así podrá el máximo representante de nuestro futbol sacudirse esa comodina medianía en la que tanto tiempo lleva instalada... y aspirar a mejores cosas.

A ver hasta cuándo.