Santos Laguna es campeón porque fue el mejor de la Liguilla. No hay duda.
Y si a eso agregamos que fue también de los mejores del torneo, tenemos que hablar de una gran obra. De un capítulo redondo.
Tal vez no estaba presupuestado el título con un equipo que ha mejorado gradualmente y que lo hace con un técnico debutante e indudablemente en progreso. Es posible que sea pronto para
ello. Pero logró lo que le corresponde a un equipo que elimina a los que se suponían mejores y, además, triunfó en cancha ajena ante el otra vez desgraciado líder general. No hay ínfima mancha en la vuelta olímpica del equipo lagunero.
El marcador con que terminó la ida condicionaba mucho la vuelta. Obtenida la voltereta sobre los Diablos, era necesario hacer un partido perfecto en la visita al Nemesio Diez porque el uno a cero para el local volvía a equilibrarlo todo.
El tempranero gol de Furch puso las cosas más difíciles para el súper líder. Había mucho tiempo por delante, pero una gran calidad de la que echar mano. Y Toluca no pudo ser claro.
Como desde el primer minuto, Santos se dedicó a defenderse bien, tapar las vías de acceso y rebotar todo lo que llegaba a su área.
A partir de eso, a salir jugando con su arma favorita: los espacios largos para utilizar su velocidad y buen manejo de balón. Más de una vez volvió a poner en apuros a Alfredo Talavera, nervioso en algunos lances.
Jonathan Orozco en el marco contrario respondió cuando debía hacerlo.
Regaló tres lances notables que impidieron que el gol choricero llegara más temprano y le complicara las cosas a su club.
Quien es campeón tiene el reto de abrir una nueva era a sus colores y Santos ha trabajado hace tiempo para lograrlo.
Su directiva ha retado varias complicaciones y las ha vencido.
Lo mismo que el Toluca, cuyo camino tendrá que ser premiado pronto para recordar su centenario hasta hoy sin corona.
Irarragorri, Siboldi y muchos nombres más han hecho de Santos no solamente un club ejemplar, sino también un equipo campeón.
Aplauso a La Comarca que vuelve a saborear el inolvidable gusto del triunfo rotundo.
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