El Necaxa es el flamante campeón de una Copa a la que se antoja necesario darle una pulida.
Con grandes méritos y sobrados merecimientos, la escuadra dirigida por Ignacio Ambriz se alzó con el título de este torneo que paulatinamente sigue adquiriendo más importancia, pero que a mayor velocidad podría incrementarla si se modificara el formato del mismo.
En este caso como en otros,
en ese endémico afán de recaudar más lana en el corto plazo, los dirigentes desdeñan la oportunidad de ofrecer un mejor producto a plazo largo.
Con lo atractiva que resulta la eliminación directa, no tiene sentido mantener esa soporífera Fase de Grupos que semestralmente se juega.
Lo que procedería, con un criterio más deportivo y menos centavero, sería plantear desde el inicio esos enfrentamientos directos para dirimir, ya sea en un solo partido o a visita recíproca, quiénes van avanzando y cuáles se van quedando.
32 equipos ordenados de acuerdo a su más reciente ubicación en las respectivas tablas: del 1 al 16, 17 o 18 los del Máximo Circuito, y desde ahí hasta el 32 los demás.
Se enfrentan el 1 vs el 32, el 2 vs el 31, el 3 vs el 30, y así sucesivamente. Y el mismo procedimiento en los Octavos, los Cuartos y las Semifinales para llegar a la Final, que igual que en las instancias anteriores puede jugarse a un solo partido o a ida y vuelta, dependiendo de la cantidad de jornadas que se prefiera.
En lugar de saturar a los aficionados con tantos partidos, disminuir la cantidad de éstos elevando al mismo tiempo la calidad del producto ofrecido.
Pero como así habría menos taquillas y transmisiones, quienes todo lo ven desde el dinero rechazan ese formato, más simple pero también mucho más interesante en lo deportivo.
Pulir la Copa con menos partidos y quizá menos lana en el corto plazo, pero un torneo más atractivo y por lo tanto propicio para convertirse en el futuro en un mejor negocio.
¿Y si le piensan más y se avorazan menos?
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