Parece que la Selección Mexicana va perdiendo antes de empezar a jugar.
La noticia surgida de la "mano de Dios" maradoniana en el sorteo del 1 de diciembre en el Palacio del Kremlin hacía sonreír a Juan Carlos Osorio en una de las butacas del auditorio y poner cara de drama a millones de mexicanos.
En las Copas del Mundo hay tres rivales que siempre son favoritos: dos por
antonomasia y uno por esperanza. A México le tocaron en el camino los de a de veras, el campeón vigente, Alemania, y si se avanza a Octavos, seguramente Brasil.
El otro, el de esperanza, porque siempre se espera más de lo que entrega pese a ser subcampeona, es Argentina. Sufrió para llegar a la Final de Brasil 2014 y más todavía para clasificar en el último instante a Rusia 2018.
La citada sonrisa de Osorio, difundida mundialmente en la transmisión del sorteo en cuanto se supo que abriría su participación ante los alemanes, reveló algo: el colombiano cree en su grupo y en sí mismo más que el grueso de la afición.
Jugar contra los grandes enaltece y obliga. Suecia y Corea pensarán lo mismo.
Las cartas están en la mano de cada quién y ahora hay que jugarlas.
Y LAS DEUDAS
La mayor deuda del Tri con sus feligreses es jugar el dichoso, célebre, ansiado y esquivo quinto partido que desde México 86 no ha sido más que un fantasma.
"Debo, no niego. Pago, no tengo", reza un dicho que es con el que le contestamos a la persistente llamada del banco que muerde como la conciencia cuando pasa un día del límite de pago.
Imposible saber ahora si la Selección reconocerá esa deuda histórica -del 86 al 2018 han pasado 32 años- con la posibilidad de pagarla por las dificultades competitivas que encontrará. Más de una vez ha salido bien librada de "grupos de la muerte".
El saldo de este pendiente aliviará la conciencia y será un reflejo de que el nivel avanza. Todo lo demás será menos importante si, finalmente, el Tri realiza ese depósito en la cuenta.
POLIZONTES
Todo técnico tuvo su motivo, pero al final formó parte del juicio final que cada uno de ellos enfrentó.
"Cadáver" Valdés, en 94; Gabriel Caballero y García Aspe, en 2002; "Chiquis" García, en 2006, y Adolfo Bautista, en 2010, fueron nombres discordantes -o disruptivos para usar una palabra de moda- que fueron parte de la lista y de sorpresa.
Aunque Andrés Guardado fue un as bajo la manga en el Mundial alemán, en general se pide consistencia. No inventar lo que no se haya ensayado, no incluir nombres por intuición, sino por confirmación.
Osorio es un hombre que planifica los posibles escenarios y los previene.
Con el derecho que les confiere su puesto, los técnicos pueden llamar a quien quieran. De desear es, sin embargo, que no haya cajitas-sorpresa.
AHORA O NUNCA
Suponemos tener la mejor generación mexicana para un Mundial y llegará el momento de mostrarlo.
España un día dio el paso y Francia también tuvo su momento para cambiar la historia. Los equipos que supieron dar el salto han contado cómo lo hicieron.
La máxima razón es que sus figuras se consolidaron.
"Tecatito" tiene que tomarlo en serio y dejar de asistir a concentraciones. Habrá de hacer sólidos los avances de Lozano en el máximo escenario. "Chicharito", histórico, tiene que ser decisivo en Rusia.
Pese a que varios de los exportados no tienen los minutos apetecibles en sus clubes, tienen que consolidarse y dar ese paso que también puede cambiar la historia.
RESPETAR EL ESTILO
Hay opiniones encontradas, pero México si tiene un estilo que corresponde a una forma de ser.
El futbolista mexicano posee buena técnica, es solidario y pícaro.
Como nunca, tiene fuerza por las bandas y, como siempre, sabe agruparse, presionar al rival y puede ser audaz, aunque en línea defensiva deba ponerse el cinturón de seguridad.
El Tri tiene el balón, sabe que hacer con él, puede penetrar y convertir rápidamente cuando lo pierde.
También podría encerrarse, romper el juego y tratar de intimidar al adversario con juego sucio, pero eso sería renunciar a sus propias características.
La Selección tiene un estilo y no debe renunciar a él. Ha de respetar su naturaleza.
SIN EXCUSAS
El disparo que pegó en el poste y era el 2-0 contra los alemanes en Montpellier. El gol en fuera de lugar que vieron las pantallas gigantes del estadio, pero no el árbitro contra Argentina, en Sudáfrica. O el penal de Robben que no era. ¿O sí?
Siempre hay una jugada con la que se quieren explicar los momentos trágicos de la Selección en los Mundiales.
Pero las cuentas van mas allá del infortunio. Es la concentración, la actitud, la mentalidad y la calidad que hacen la diferencia.
Las expulsiones de Javier Aguirre (1986) y Luis García (1994) o los penales fallados en el momento cumbre son incidencias que tienen orígenes mas profundos que la suerte.
Que en este Mundial no haya parpadeos, excusas, titubeos y excesos de confianza. Ganar o perder, pero con la entereza suficiente.
fjgonzalez@mural.com
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