"Del golf aprendemos muchas cosas, por ejemplo: como sufrir".
Bruce Lansky, autor
No creo que exista un solo golfista sin preguntarse por qué el golf puede ser inmensamente miserable y, a la siguiente jugada, pueda hacer sentir a uno como Tiger Woods.
Ya sea que el golfista lo haga por razones recreativas o porque le gusta competir, nadie se salva del
cuestionamiento y de buscar una respuesta, porque al final del día, todos deseamos en el golf complacencia en cada ronda jugada. El golf puede ser cruel y es muy delicado porque, así como alguien encuentra una solución a un problema con el juego en el consejo dado por otro golfista o un amigo, son esos mismos simples consejos los que pueden enredar al que está jugando bien.
La semana pasada, en el ATT Pro-Am, jugado en el paradisiaco Pebble Beach Golf Links, Tedd Porter Jr. llegó para seguir en su lucha por encontrarse con el juego que se había ido a raíz de una lesión en el tobillo en 2014. Bien podía haber pasado otra semana más y nada hubiera sucedido, pero el sábado en la mañana, antes de la tercera ronda, despertó y simplemente dijo "hoy creo que puedo hacer un 66 para meterme a la pelea". Fueron palabras muy optimistas para un jugador que dos semanas antes, en San Diego, había cerrado con 82 en la ronda final.
Antes de darse cuenta de lo que estaba sucediendo con su juego, ya se encontraba con la posibilidad de tirar un 59, de haber cerrado uno abajo los dos últimos hoyos lo hubiera hecho, cerró con dos bogies para un 62 y se fue hasta el liderato junto a Dustin Johnson. La repentina confianza le valió para triunfar, sin problemas, ante un potente grupo de acechadores.
En diciembre pasado tuve oportunidad de platicar con Carlos Ortiz sobre el estado de su juego y decía estar "harto de escuchar" sugerencias de cambiar a un estilo que simplemente no le acomodaba. Ortiz es un gran jugador que siempre mostró la característica de ser expresivo e intenso, o lo que aparenta en ocasiones como ser "enojón" (algo que para muchos es malo para el buen desempeño), pero Ortiz se dio cuenta que estaba peor por contenerse que por dejar que sus sentimientos fluyeran. Ahora vemos a Ortiz encaminado y jugando a su pleno potencial en la Gira Web.com. La semana pasada volvió a terminar entre los 10 mejores (octavo).
También conozco casos de profesionales en que por seguir esos "consejos para mejorar" truncaron su carrera. Cuando alguien cambia para intentar hacer el swing de cierta forma o porque van con algún instructor que está de moda, se desvían y pierden el rumbo, algunos ya nunca recuperan su juego. David Duval cambió su físico (de ser gordito quiso crear cuerpo de atleta), se le fue el swing que conocía y nunca aprendió otro que le funcionara. Bobby Clampett dudó que el swing que lo llevó a ser el mejor amateur del mundo (1980) no fuera suficiente ya de profesional, ahora se dedica a dar clases de golf y testimonios.
El golf es un deporte poco dominable y, cuando se logra, es sólo por cierto tiempo. Lo más importante es saber jugar dentro del estilo de juego identificado, haciendo el swing que produzca los resultados controlables, tal como vemos a Dustin Johnson, con un swing que no es tradicional (no me imagino a Johnson haciendo caso a las opiniones sobre su swing) o ver a Tiger Woods defender su swing ante el critico de la televisión, Branden Chamblee. Casi siempre es mejor tener oídos sordos a los consejos o tendencias de moda.
Hasta el próximo green.
rafaelalarcongolf@gmail.com
Twitter: @ralarcon2009