El sótano en llamas

Francisco Javier González
en CANCHA


La diferencia entre un posible descenso de Lobos BUAP y uno del Veracruz, por citar dos casos reales, es que mientras uno ha sido malo durante 22 partidos, el otro lo ha sido durante noventa. Pero el castigo es inflexible: quien termine en el última posición de la tabla de cocientes perderá la categoría.

Sabido es que el ascendido no es bienvenido a la máxima categoría: el reglamento lo

recibe con los tacos por delante y tiene que hacer maravillas con su volátil cociente para mantenerse. Su adaptación necesita ser inmediata.

No se puede hablar de injusticia cuando las reglas de juego son conocidas por todos, pero si existe una dosis importante de poco sentido común y de colaboración para que el equipo de nuevo ingreso pueda construir un futuro por lo menos razonable con un programa que vaya mas allá de su azaroso primer -y tal vez último- año.

Lobos BUAP no lo ha podido hacer bien.

Su feliz pero inesperado ascenso lo tomó con los dedos en la puerta porque no estaba listo para jugar en la máxima categoría. Los gastos crecen, los ingresos no lo hacen en la misma medida, la inexperiencia directiva paga factura y la alfombra roja que lo recibe meses después para presentarlo en sociedad es con un régimen de transferencias a los pocos días de la fiesta y con negociaciones avanzadas por la mayoría de los demás equipos.

En el caso del resto de comensales en la fiesta fatídica, su pésimo nivel está corroborado, por lo menos, durante los últimos tres años. Desde que cambió el reglamento en cuestiones de descenso hay que ser lo demasiado terco en el error y en las malas decisiones para tener la amenaza del descenso.

El cuadro del deshonor nos muestra entonces que con un Veracruz de focos rojos en el fondo de la tabla y los mencionados Lobos un poco mas arriba de ellos, los siete puntos de ventaja del Querétaro y los once del Atlas pondrán en peligro tarde o temprano a mas clubes incisivos en la mediocridad.

Lobos trajo un nuevo aire con las ideas de Rafael Puente pero el diagnóstico es muy severo: ha cosechado un punto de quince y el agua está un poco mas arriba de la garganta. Tiene dos partidos al hilo en casa -Atlas y Tigres- y necesita aprovecharlos para volver a poner distancia sobre el tiburón, repentinamente vuelto a la vida con un mísero partido ganado en cinco jornadas.

Veracruz recibe al herido Pachuca y luego se mide a Pumas y América antes de visitar a Lobos el 24 de febrero, en el duelo de la peor pesadilla.

El sótano arde y quien ascendió tiene el peor panorama. Una vez mas, para no variar.

 
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