El juego mental de los porteros

Félix Fernández
en CANCHA


El penal ya no es la culminación de la jugada que tenía pegada una etiqueta de gol y fue ilegalmente impedida. No, hace mucho que ya no lo es. Hace mucho que los goles de penal se celebran tanto como los goles de chilena, porque anotar de penal se ha vuelto cada vez más complicado, aunque las estadísticas continúan favoreciendo ampliamente a los tiradores.

A mi juicio, tres son los

factores que han permitido a los porteros salir cada vez mejor librados en la llamada "pena máxima":
 
1.- El tirador se sabe cada vez más observado y más estudiado por el rival. El poder mediático juega, la presión social participa y, pocos segundos después de la ejecución, las redes sociales inevitablemente se encontrarán inundadas (para bien o para mal).

2.- Ninguna posición ha evolucionado como el arquero y ningún futbolista es tan atlético. La capacidad de reacción, potencia y anticipación de un portero es cada vez mayor.

3.- La modificación de la regla: antes un arquero debía permanecer quieto hasta el momento del tiro, hoy puede moverse sobre la línea tanto como quiera y ubicarse donde más le parezca conveniente. Esta sin duda es un arma distractora para el tirador.

Aunado a las tres anteriores, quiero agregar lo que podría ser una cuarta: los arqueros llegan a la Primera División con una personalidad mucho más sólida, independientemente si son o no de bajo perfil. Esto les permite no dejarse intimidar y, en el momento de un penal, transferir la presión hacia el tirador sin romper las reglas.

Dos casos recientes: Jornada 3 Clausura 2018, Monterrey vs Xolos. Penal polémico en favor de Rayados al '73. Avilés Hurtado se dispone a cobrar y acomoda el balón en el punto penal. De inmediato se acerca Gibran Lajud, portero de Xolos, levanta el balón con las dos manos a la altura de sus rodillas, parece que algo le dice a la pelota y vuelve a colocarla sobre el pasto, pero no en el mismo lugar. Movimiento suficiente para que cuatro jugadores rayados reclamen al árbitro Erick Yair Miranda sobre la acción del arquero. El pasado reciente de los penales errados con Rayados y, sobre todo con Avilés Hurtado, altera demasiado al propio Hurtado, a Funes Mori, Pabón y Basanta. El desenlace es de todos conocido: Avilés Hurtado dispara con poca fuerza y a un costado del poste izquierdo. Otro penal fallado. Otro triunfo para la portería.

El segundo incidente se da en la jornada 4: penal a favor de Pumas vs. Lobos BUAP. Entre el '60 y el '63 se cobran dos penales. El primero se repite tras invasión del área por parte de Díaz. A partir de ahí Jorge Villalpando abraza al propio Marcelo, decide que debe amarrarse las agujetas, no permite que Alustiza lo haga, escucha que éste le dice: "¡Dale, puto!", se quita los guantes, amarra sus agujetas muy cerca del punto penal, se pone los guantes con toda calma, se coloca sobre la línea y mira cómo Nicolás Castillo cobra su segundo tiro muy por encima del travesaño. Mientras el arquero grita: "¡A huevo!" Castillo le da un empujón de impotencia que Villalpando ignora. Otro penal fallado. Otro triunfo para la portería.

Un penal ya no es "la pena máxima" para el arquero. Conforme pasa el tiempo y a medida que los porteros hacen su papel, poco a poco los tiradores que fallan sienten como "la pena máxima" cambia de objetivo y se instala en quien se ha visto superado por los diferentes factores que influyen en su yerro.

 
Twitter: @FELIXATLANTE12