En condiciones normales, la temporada de Filadelfia tendría que haber terminado hace mucho tiempo. Y es que muy pocos equipos en la historia de la NFL, habrían tenido la capacidad de sobreponerse a la pérdida de jugadores tan importantes como Jason Peters, Darren Sproles, Jordan Hicks, Chris Maragos y Caleb Sturgis. Sin embargo, el grupo que encabeza Doug Pederson mostró siempre su capacidad para
enfrentar circunstancias adversas, y gracias al diligente trabajo del vicepresidente ejecutivo Howie Roseman, cada una de dichas ausencias fue suplida de forma eficiente y oportuna.
Cuando Carson Wentz dejó el partido contra los Carneros con una lesión que lo dejó fuera por el resto de la campaña, la suerte de las Águilas finalmente parecía echada. Y aunque Nick Foles los llevó a la victoria sobre la escuadra de Los Ángeles y ante los débiles Gigantes de Nueva York, sus actuaciones frente a Oakland y Dallas, sembraron muchas dudas de cara a la postemporada.
Fue entonces que el entrenador en jefe Doug Pederson, el coordinador ofensivo Frank Reich y el entrenador de mariscales de campo John DeFilippo se pusieron a trabajar horas extra para revivir a aquel jugador que había tenido, jugando con Filadelfia bajo las órdenes de Chip Kelly, una de las mejores campañas de la historia hace apenas tres años.
Con un plan de juego que buscaba simplificar al proceso de toma de decisiones y evitar errores graves de Foles, Filadelfia vino de atrás y aguantó hasta el último embate de los Halcones para vencer a Atlanta en la Ronda Divisional. Y el domingo, en el Juego de Campeonato de la Conferencia Nacional, con la confianza restablecida y una lista de jugadas mucho más agresiva, el hombre con años recién cumplidos, ha demostrado su capacidad para ser no sólo un mariscal de campo competitivo sino capaz de rendir a un alto nivel en circunstancias de apremio.
Con casi el 80 por ciento de sus pases completos, tres pases de anotación y más de 300 yardas por aire, Nick Foles se convirtió en la gran figura de una ofensiva que hizo añicos a la defensa que había concluido la temporada regular como la mejor en yardas y puntos permitidos por partido. A quienes suponíamos que no tenía movilidad, que era vulnerable cuando salía de la bolsa y que simplemente era incapaz de completar envíos de más de 20 yardas, Foles nos hizo quedar fatal. Y aunque es imposible negar la importancia del trabajo de la línea ofensiva y del cuerpo de corredores para darle equilibrio al ataque, su ejecución del plan de juego ha sido magistral.
Hace poco más de 25 años, Jeff Hostetler tomó el sitio del lesionado Phil Simms y llevó a los Gigantes a una victoria inolvidable en el Súper Bowl XXV ante los Bills de Búfalo. La historia que está escribiendo Nick Foles empieza a parecerse a aquella de Hostetler. Y a falta de un último obstáculo que para muchos parece insuperable, Foles por ahora disfruta de una noche inolvidable que para él ha sido mágica.
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