Endémico menosprecio

Roberto Gómez Junco
en CANCHA


Desde siempre ha sido el malinchismo un rasgo de nuestro futbol.

Lo de acá más o menos sirve, pero lo de afuera es mejor.

A igualdad de capacidades, encuentran chamba mucho más fácil jugadores y directores técnicos que hablen el castellano con acento sudamericano, o español, o portugués; o de donde proceda dicho acento, siempre y cuando no sea el simple y sencillo castellano de

México.

Los equipos se llenan de jugadores importados, naturalizados o no, porque se sobrevalora lo que viene del extranjero y se menosprecia lo producido acá, quizá para estar a tono con lo que también sucede en ámbitos más importantes que el futbolístico.

A tal grado se menosprecia a nuestro balompié, que ahora resulta que jugar en cualquier equipo de cualquier Liga de Europa es mejor que jugar en México.

Como si fueran iguales la Liga de Portugal que la de España, o la de Holanda que la de Inglaterra, o la de Bélgica que la de Alemania; y como si fuera lo mismo jugar con el Barcelona que con el Getafe, con tal de jugar por aquellos lares.

¿Le convendría más a Javier Hernández jugar con las Chivas que seguir sentado con el West Ham, o a Raúl Alonso Jiménez ser titular en el América en lugar de seguir como suplente en el Benfica, ambos con la idea de tener mayor actividad en el semestre previo a la Copa del Mundo?

Por supuesto que sí, en uno y otro caso, y sin embargo ambas opciones se descartan y se perciben como un franco retroceso en las respectivas trayectorias.

Ciertamente, las cuatro mejores Ligas del mundo son europeas (la inglesa, la española, la alemana y la italiana), pero la mexicana cuenta con el suficiente nivel como para competir por el quinto lugar, algo que ese lamentable malinchismo impide aquilatar.

Desde todos los frentes, un endémico menosprecio para el balompié mexicano que hace falta revisar y corregir.

A ver quién empieza.

 
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