Estas fechas nos recuerdan algunos de los conceptos con que muchos fuimos educados. Se desea paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Afloran los buenos sentimientos, el cariño y todo lo inmaterial que nos hace diferentes a las demás especies del reino animal.
Pero al mismo tiempo --y somos culturalmente también parte de ello-- entramos a una época de excesos,
consumismo y sentido comercial. No es que esté mal por sí mismo. La economía se activa y recibe una buena inyección para terminar el año.
En todo caso, de estas dos ideas aparentemente contrarias, lo importante es el equilibrio. Saber en que proporción nos manejamos entre una cosa y la otra.
Vivimos por otro lado tiempos en que es fácil caer en las exageraciones. Para que los adolescentes despierten a la vida, para irse de fiesta, para tensar las emociones, para querer el éxito antes de construirlo. Para sacar el máximo rendimiento de las cosas sin el menor miramiento.
El sábado se jugó el partido entre Real Madrid y Barcelona, que es el asunto de moda cada vez que ocurre. Pero ahora, con una novedad: se jugó mas temprano que nunca para favorecer el horario en diferentes países asiáticos, a fin de conquistar a los millonarios de la actualidad.
Así, el partido empezó a la una de la tarde de Madrid. En la víspera de la Navidad alteró las costumbres locales para los equipos, los aficionados y todo el superlativo entorno que envuelve al clásico global.
Eso permitió que se viera en vivo a las 20 horas de Pekín, las 21 de Tokio, las 15 en Moscú y las 12 en Londres. No está mal. Pero en Los Ángeles eran las 4 de la mañana, en la Ciudad de México las 6 y en Nueva york El clásico de la avaricia y en Bogotá las 7 de la mañana.
Los derechos de transmisión de la Liga española cuestan una fortuna. La inflación galopante en los costos del futbol --ocurre lo mismo con otras grandes Ligas europeas y torneos internacionales-- hace casi imposible alcanzar los precios, y eso merecería alguna consideración.
¿Actúa con ética la Liga española cuando devalúa la posibilidad de ver el partido en vivo en buena parte del planeta para lograr beneficios adicionales a los que ya había obtenido? La respuesta es negativa.
Como entretenimiento universal, como juego del hombre según lo bautizó Ángel Fernández, el clásico pierde mucho al transmitirse en horarios imposibles.
La derrama económica que genera el partido en lugares públicos, tertulias, reuniones sociales y sobremesas apasionadas vino a menos en todo el Continente americano porque a las seis o siete de la mañana de un sábado 23 de diciembre es imposible hacerlo.
El producto preferido del planeta futbol pasó la Navidad entre abusos, incluido el del Barcelona sobre un Madrid desvencijado.
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