Se suele pensar que la actuación de los clubes mexicanos en los torneos de la Confederación y de la FIFA son un asunto distinto al de participar con la Selección en un Mundial.
A fin de cuentas, la expectativa y la importancia es diferente, además de que en los equipos hay extranjeros y en el Tri sólo mexicanos que son lo mejor que podemos enseñarle al planeta.
Sin embargo, no
necesariamente pertenecen ambas cosas a diferentes bolsitas. La comunicación entre la calidad de una y otra es mayor de la que podríamos suponer.
Pese a que el Mundial de Clubes le queda siempre mal en fechas a casi todo el que participa, el denominador común es el de la calidad.
Si los seleccionados, producto de un sistema gestionado por los clubes de la Primera División tienen problemas para ser constantes en sus equipos del extranjero pese a ser destacados en el medio local, la dificultad de nuestros clubes para destacar en el Mundial de Clubes es similar.
El Pachuca en este caso, como participante asiduo al certamen, trata de romper la barrera contra la que él mismo y otros equipos mexicanos se han estrellado una y otra vez. De repente hay una sorpresa agradable como la de su actuación valiente de esta ocasión, pero no deja de quedar cerca de las marcas anteriores: a los de la UEFA y Conmebol, como regiones más desarrolladas del mundo, no se les gana ni con chochos, aunque a veces se pierda luchando bien.
El fin de año nos entregará cuentas magras de la mayoría de los futbolistas mexicanos que militan en el extranjero. Pocos minutos jugados, escasas jornadas en que den la nota alta -con excepción de Hirving Lozano, quien es más que constante- y su pelea generalmente poco fructífera por brillar en Europa.
Se acerca el momento de pedir deseos, de establecer las metas del próximo año e ilusionarnos con que aunque las tendencias digan lo contrario, todo cambiará en la dirección que deseamos y merecemos según nuestro ánimo.
El futbol mexicano ha mejorado en muchas cosas, está en general bien establecido, posee una afición leal hacia sus grandes equipos, algunos estadios que se envidian en muchos países de casi cualquier lugar y una afición binacional que le genera calor y riquezas impensadas en muchas otras partes.
Trabaja con ello y pese a su ubicación geográfica para ser mejor y tiene más jugadores que nunca participando en clubes extranjeros.
Pero no es suficiente todavía. Las curvas de aprendizaje hacia la alta competencia suelen ser lentas y crueles. La movilidad social en el deporte de alta competencia es compleja.
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