Viajar 8 mil 500 kilómetros para jugar implica un esfuerzo sobrehumano. En eso, Rusia no tiene remedio.
El país mas grande del mundo, en el que caben 11 husos horarios, abarca dos continentes y hace frontera con 18 naciones, presenta inconvenientes.
Aquí permanecemos para las impecables juntas de la FIFA y reconocer el territorio, los estadios y la logística para la Copa del Mundo.
Todo es grande: monumentos, edificios, calles, multifamiliares, recursos energéticos, misterio, palacios, catedrales, la Plaza roja y la iluminación para Navidad, que se celebra el 7 de enero y no el 24 de diciembre.
El Spartak, el Zenith o el Dinamo tienen que viajar para visitar al Khavarovsk, a 30 kilómetros de la frontera con China, para la Liga.
Con problemas de descenso, el último ascendido es la antípoda de Kaliningrado, la ciudad mas occidental y una de las mas amenazadas y reforzadas militarmente. Cuando de un lado están desayunando, en el otro extremo se disponen a dormir; pero también está Ekaterimburgo, donde jugará México contra Suecia, al pie de los Montes Urales, la frontera natural entre la Rusia europea y la asiática.
Ése será el partido decisivo para el Tri, que cuatro días antes habrá jugado contra Corea, en Rostov-on-Don, a mil 773 kilómetros de ahí.
Esto equivale a tres viajes entre la CDMX y Monterrey.
El Mundial de Rusia lanza sus primeras imágenes sorprendentes y espectaculares al mundo. Luchará contra la poca infraestructura hotelera y de comunicaciones para ofrecer un gran evento que será incómodo por su geografía.
México figura nuevamente entre los países que mas boletos han solicitado. Muchos de nuestros aficionados ya hacen cuentas para trasladarse por Rusia en carretera y hospedarse donde se pueda.
Valdrá la pena esta Copa del Mundo y a los inconvenientes habrá de ponerles la mejor cara.
Todo es grande, como tal vez lo sea el éxito de una Selección castigada por la suerte en el sorteo, pero herida en el orgullo por el escepticismo. No tardaremos en saberlo.
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