Culminó la primera fase de la Copa MX, y empezará la verdadera parte atractiva de la misma.
De la primera fase, sólo "destaca" el rotundo fracaso de los Tigres, imperdonable si consideramos el enorme poderío del plantel que este equipo tiene.
Pero así es el futbol mexicano: a uno de los dos planteles más poderosos del máximo circuito lo golea y lo elimina en la Copa y a domicilio un
equipo de otra categoría, y el "campeón defensor" de la Liga obtiene en la octava jornada su primera victoria en el torneo en el que supuestamente "defiende" su corona.
Equilibrio de fuerzas, claro; pero sobre todo, inconsistencia en el desempeño de los equipos, incapaces de garantizar, partido tras partido, un mínimo de rendimiento.
Esa inconsistencia mucho tiene que ver, evidentemente, con la falta de profesionalismo y de mentalidad de jugadores que no entienden, como sí lo hacen los de otros lares, que el propio prestigio se defiende, y puede incrementarse o no, en cada balón jugado, en cada momento de cada partido y de cada torneo.
Sin embargo, a pesar de los pesares y de esa alarmante inconsistencia, cada vez se juega mejor en la Liga y cada vez adquiere más importancia la Copa.
Sigue siendo centavera la "visión" de los dirigentes, y por eso en la Copa debemos fumarnos una primera fase infumable, en lugar de jugarse toda, desde el inicio, con enfrentamientos directos y a eliminación sencilla.
Y siguen en la Liga con su convenenciera pero perjudicial reglita del 9/9, o "aplicando" el reglamento como se les antoja, como acaba de confirmarse con el sainete rojinegro.
Pero en la cancha, donde surge ese maravilloso producto llamado FUTBOL, a pesar de inconsistencias y altibajos se juega cada vez mejor.
¿Cómo se jugaría sin el freno tradicionalmente metido por los de pantalón largo?
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