Incertidumbre y sorpresa, dos ingredientes tan importantes como presentes en el futbol, hacen acto de presencia más allá de las canchas, más allá de la competencia y de la propia voluntad.
Los desastres naturales son como los partidos de futbol profesional: es posible preparar, prevenir, tomar precauciones y analizar muchos de ellos, pero en otros no hay manera de predecir ni saber con
exactitud las reacciones: ni las del rival ni las nuestras, aunque siempre deben seguirse protocolos de seguridad automáticos.
En una movilización sin precedentes, Univisión Deportes literalmente se mudó a la Ciudad de México, ante la inminente llegada del poderoso Huracán Irma a Miami.
En los 12 años que he vivido en esta preciosa "Ciudad del Sol", con tormentas, huracanes y múltiples avisos de huracán, jamás había presenciado tanta angustia, desesperación en la población y, mucho menos, órdenes de evacuación. Vuelos saturados y en muchos casos, cancelados, por lo que fue necesario utilizar aeropuertos alternos, y en nuestro caso uno de la ciudad de Orlando.
En un viaje que duró en total 15 horas, principalmente debido a las carreteras saturadas del sur de la Florida, llegamos a la Ciudad de México sólo para que, pocas horas más tarde, nos despertara el ya histórico sismo de 8.2 grados, dentro de un hotel en Paseo de la Reforma.
La noche y el día posterior transcurren entre las imágenes de la ansiedad y el desespero alrededor de Miami, mezcladas con los sonidos crujientes y rechinantes de un hotel que se desaloja en ropa interior a media noche en la Ciudad de México.
Del peor huracán al peor temblor y de la evacuación a la evacuación.
Incertidumbre o sorpresa manifestados en tensión. El saber que algo va a suceder, pero sin saber cómo será, contra no tener la menor idea que algo sucederá y sin conocer nuestras reacciones.
Confieso que la incertidumbre previa a la llegada de un huracán tan poderoso como Irma sobre nuestra ciudad es suficientemente similar a ese cosquilleo que se experimenta horas antes de saltar a la cancha, a la inquietud y a la urgencia por que suceda lo antes posible. Por su parte, la sorpresa que se vive es mayúscula cuando, a media noche y en un piso elevado, uno debe reaccionar durante un fuerte temblor, salir junto con la familia y tener claridad sobre lo que se debe y no se debe hacer o llevar, poner o quitar, en segundos que pueden ser vitales. Esto lleva a conocer nuestras reacciones reales, tal como sucede en momentos netamente inesperados y de fuerte presión, en el terreno de juego.
Al final de cuentas es cuestión de dudas, y el que titubea se desprestigia. Las certezas hoy en día son las que valen, pero ni en la incertidumbre de un fenómeno natural como un huracán, ni en la sorpresa de un fenómeno natural como un temblor, es posible dejar de dudar y, por lo tanto, de ser víctimas potenciales del desprestigio. "Aprender a dudar es aprender a pensar", escribió alguna vez Octavio Paz, como para sentirnos bien después de terminada la incertidumbre y finalizada la sorpresa.
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