De la obligación al gusto
En estos días me acordé de una discusión que tuve con un amigo, una de esas que sólo hacen que alguien levante la voz y termine enmuinado.
El asunto del pleito era la obligación que no cumplía la mayoría de los cinéfilos del País de apoyar las películas mexicanas. Decía él que prefería emplear su "varo" para apoyar a la industria nacional que dárselo
a los gringos, que hacen pura porquería con ideología imperialista.
Mi argumento era que el cine, mexicano, gringo, francés o eslovaco, es un producto por el que el consumidor tiene que pagar para satisfacer una necesidad de entretenimiento. Él decía que se trata de un arte -con capacidad de educar y revolucionar a una sociedad-, así que había que apoyar el producto nacional, fuera bueno, regular o malo.
Si se preguntan qué tiene que ver este asunto con esta colaboración de domingo, les cuento que vino a mi mente cuando me lancé a ver un partido del Atlas en la Liga MX Femenil y, lamentablemente, me encontré con que mucha gente no pudo entrar.
La mayoría esperaba apoyar a un equipo que no es suyo, al menos hasta el momento, pero que en un uniforme genérico lleva el escudo rojinegro. Y no es suyo porque la gente no conoce a las futbolistas, no las ha visto jugar ni tiene el anhelo genuino de verlas campeonas, sino por simple extensión de su cariño por el equipo varonil.
La afición estaba ahí para apoyar, como mi amigo defensor de los derechos de los realizadores mexicanos, un proyecto incipiente e incierto. Yo iba a ver el partido, pero al fin y al cabo, estábamos ahí, esperando entrar. Después, la gente que no tenía membresía del Atlas Chapalita se hartó de negativas y se fue.
Luego, Gustavo Guzmán, presidente del Atlas FC, dijo que el proyecto femenil los agarró en curva y que la directiva que encabeza tuvo graves omisiones con las chicas. Bueno, eso es ooootra historia, pero un botón que muestra las dificultades que enfrenta la Liga Femenil MX.
DE CLASE MUNDIAL
Hace unos 25 años, la Selección de EU le demostró al mundo que las mujeres saben jugar muy bien al futbol. Aunque el aficionado promedio nada supiera de chicas pateabalones, por lo menos había escuchado mentar el nombre de una tal Mia Hamm.
El impulso de la imagen de la estrella del equipo femenil estadounidense inspiró a miles de niñas a patear y cabecear el balón. La base de amateurs en el país vecino es la más grande del mundo, con más de un millón y medio en nivel secundaria, preparatoria y universidad.
De hecho, por ese entonces, el fan gringo pensaba que el futbol era más bien un deporte de mujeres, con todo y los esfuerzos de la MLS de ganar adeptos. Eran tiempos en que casi nadie codiciaba un lugar en la Liga, al contrario, pues con todo y estrellas como Carlos "Pibe" Valderrama, desaparecieron franquicias, como el Tampa Bay Mutiny y el Miami Fusion.
Mientras, las chicas se adueñaban de los lugares de honor en el planeta, al conquistar el oro en los Olímpicos de Atlanta 1996 y el título de la Copa del Mundo de la FIFA para mujeres, en 1999, celebrada en EU.
Ese torneo tuvo una asistencia sin precedentes de 90 mil espectadores y la imagen de Brandi Chastain festejando tras la tanda de penaltis frente a China es una historica del futbol femenil. No había pierde, el futbol profesional de mujeres en EU tenía garantizado el éxito.
Con esa idea se fundó en 2001 la WUSA (Women's United Soccer Asociation), la primera Liga profesional femenil, la cual falló miserablemente tras 3 años y pese a invertir unos 100 millones de dólares.
El segundo intento, en 2009, se llamó WPS (Women's Professional Soccer), la cual también desapareció, sin el aval de la FIFA ni la US Soccer, porque no podía siquiera llegar al mínimo de equipos: ocho.
Esa Liga tenía figuras extranjeras como la brasileñas Marta, Formiga y Cristiane; la británica Kelly Smith; la australiana Sarah Walsh, y la japonesa Homare Sawa. De casa jugaban Hope Solo, Abby Wambach, Carli Lloyd, Heather Mitts y Kristine Lilly.
También falló, después de tres temporadas y con sólo seis equipos, tras la baja del California Gold Pride. Los salarios de varias de las estrellas eran de seis cifras, los patrocinadores no llovían y los dueños de franquicias no eran fanáticos de las pérdidas.
Como en cualquier negocio, el dueño primero apuesta por absorber pérdidas porque tiene dinero y esperar que las cosas mejoren, lo cual lo llevará a cambiar el modelo para que las pérdidas se nivelen con las ganancias y, cuando se da cuenta de que las cosas no se dan, cierra la tienda.
GOLPE DE REALIDAD
El futbol femenil de EU vivió en carne propia el sufrimiento de establecer una Liga como una idea de negocio. Tras dos intentos, se dieron cuenta de que los patrocinadores no tienen la obligación de apostar por proyectos de poca exposición, que los fans no apoyan porque tienen que hacerlo, que los equipos no pueden con nóminas millonarias y que más vale tener equipos baratos a largo plazo que grandes planteles que duran un año.
¿Entonces el futbol femenil está condenado al fracaso? Afortunadamente, hay quienes piensan que no.
Sunil Gulati, presidente de la US Soccer, tomó las riendas de un nuevo proyecto, a sabiendas de que se trataba de una labor muy complicada, porque necesitaba que financieramente tuviera sentido.
En la NWSL (National Women's Soccer League) creada en 2013 y en su quinta temporada, tiene 10 equipos, apoyo de la MLS y planes de expansión. La diferencia en el organismo que preside Gulati, la FMF y la Asociación Canadiense es que pagan el salario de las seleccionadas de los clubes, es decir, los más altos.
Mexicanas como Mónica Ocampo, Nayeli Rangel, Maribel Domínguez, Verónica Pérez, Pamela Tajonar y Dinora Garza han jugado en la NWSL, con sus salarios cubiertos por la FMF, con la idea de que se desarrollen y eleven el nivel de la Selección.
Además de pagarle a estrellas como Alex Morgan, Sidney Leroux, Megan Rapinoe y Carli Lloyd, la US Soccer cubre los sueldos de los directivos de la Liga y la operación, desde asuntos legales, redes sociales, páginas web, oficinas, árbitros, etcétera. De esa forma, el gasto por equipo se redujo de tres a un millón de dólares por temporada, con todo y gastos operativos. El salario anual promedio de una futbolista profesional en Estados Unidos es de 15 mil dólares.
¿Y las muchachas qué opinan?
"Las chicas quieren jugar porque es su sueño y el dinero no es tan importante como tener la posibilidad de hacer lo que aman. Así es conmigo, juego porque amo hacerlo", dijo Leslie Osborne, ex seleccionada nacional, para ESPN.
DE ESTE LADO
La Liga MX Femenil está en su primera temporada, tiene 16 equipos y un modelo que no prioriza el negocio, sino el desarrollo deportivo, y tiene muchas áreas de oportunidad (como amablemente se les conoce a las fallas en el mundo empresarial).
La gente ha respondido con entradas gratuitas y varios clubes han abierto estadios de Primera División para que ellas jueguen.
Si la apuesta continúa así, es probable que la Liga sobreviva algunos años más, pero para el aficionado eso no es lo importante.
Como en el cine, la gente consume un producto que le gusta o que por lo menos promete gustarle. Ver películas no es -o no debería ser- gratis; ver futbol, tampoco.
En un artículo de su autoría, Julie Foudy, ex capitana de la Selección, hizo una reflexión que comparto.
"El futbol femenino profesional estaría mejor si la gente, los patrocinadores y quienes gastan su dinero en él dejan de apoyarlo porque deberían y comienzan a hacerlo porque la Liga tiene las mejores jugadoras, porque es un plan de negocios que funciona o porque les gusta lo que ven".
Y no estoy hablando como Sepp Blatter, ex presidente de la FIFA, quien regó el tepache al decir que el futbol femenil sería más atractivo si las chicas usaran uniformes más ceñidos.
No. El futbol es un espectáculo, así que es hora de que las chicas nos conquisten con su juego.
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