Para entender el por qué de la tablita del descenso basta con remitirse a sus orígenes.
Una Tabla creada cuando surgió entre los dueños de los diversos equipos del Máximo Circuito la preocupación por proteger sus respectivas franquicias.
En aras de cuidar esos intereses económicos de los dueños del balón, nada mejor que establecer las condiciones necesarias para dificultarles a los
recién ascendidos su permanencia en Primera División.
Al crear esa Tabla de Cocientes o de promedios, mal llamada de porcentajes, se les dio a los equipos de Primera el tiempo indispensable, tres años, para trabajar en pos de eludir el posible descenso. Y a los recién ascendidos, sólo un mes para armarse y empezar a competir con la soga al cuello para evitar su regreso a la Segunda en un año.
Si ese recién ascendido empieza el torneo con un empate, de inmediato se ubica en el último lugar de esa tablita del descenso; y para aligerar esa problemática está obligado a sumar y ganar pronto, como ya lo hicieron en la segunda jornada estos sorprendentes Lobos de la BUAP tan bien dirigidos por Rafael Puente. Porque entonces su camino puede empezar a allanarse, como en el anterior caso también logró allanarlo el Necaxa.
Es al otro extremo de esa Tabla, el de arriba, al que pocas veces se voltea para medir el rendimiento no de los peores equipos, sino de los mejores.
En este momento, entre los 16 que han jugado 70 partidos, e incluido el Necaxa que ha jugado 36, con sus 116 puntos el mejor de todos es el Monterrey de Mohamed... tan criticado por no haber obtenido un título.
Es decir, que en la parte baja de esa Tabla el desempeño del recién ascendido sólo se juzga en función de si desciende o no, y en la parte alta de nada sirve ser el que más partidos gane o puntos obtenga a lo largo de dos o tres años si no hay título de por medio.
Una y otra vez, el tradicional simplismo para medir las cosas.
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