Escribo estas líneas consciente de que muchos de mis lectores estarán en desacuerdo conmigo y pensarán que me he vuelto loco.
Igualmente, estoy convencido que muchos considerarán una incongruencia que critique la forma en la que hoy se practica un deporte que, además de apasionarme desde hace casi cuatro décadas, se ha convertido en mi modus viviendi. Aun así, creo que ante las evidencias
cada vez más contundentes, no hay manera de quedarse callado.
El martes pasado, se dio a conocer un nuevo estudio de la Asociación Médica de los Estados Unidos (American Medical Association) en el que se analizaron más de 202 cerebros de ex jugadores de fútbol americano ya fallecidos. El 87 por ciento de dichos cerebros fueron diagnosticados con CTE (Encefalopatía Crónica Traumática). De los 111 cerebros de ex jugadores de NFL, todos menos uno mostraron rastros de la enfermedad.
El estudio es el más grande que se ha realizado hasta la fecha en relación al tema, y sus conclusiones son espeluznantes. La CTE, una enfermedad degenerativa que produce pérdida de la memoria, episodios de enojo y violencia, depresión severa e intentos de suicidio, está íntimamente ligada a la práctica del fútbol americano en todos los niveles.
Durante décadas, la NFL simplemente volteó hacia otro lado y se negó a aceptar la relación entre la práctica del deporte y la enfermedad, buscando proteger su imagen, su negocio, y poniendo en riesgo a miles de jugadores. Ante el avance de la ciencia y la presión de parte de legisladores, ex jugadores y medios de comunicación, la postura de la liga ha cambiado, pero no lo suficiente.
El comisionado insiste en que la NFL toma en serio el tema y está dispuesto a apoyar los esfuerzos para hacer el juego más seguro y reducir el número de conmociones. Sin embargo, el problema no son las conmociones sino la cantidad de golpes en la cabeza que recibe un jugador desde los 6 ó 7 años hasta que se retira. Además, cada vez que habla del tema insiste, como buen abogado, en que la ciencia aún no permite asegurar con absoluta certeza que exista una relación entre la enfermedad y la práctica del deporte.
¿El 99 por ciento de los casos en el estudio de la AMA le parece poco? ¿Los suicidios de Junior Seau, Dave Duerson, Andre Waters y Ray Easterling no son suficientes? ¿Es ético "patear el bote hacia adelante" a la espera de un método que permita diagnosticar la enfermedad sin tener que esperar a que el paciente haya muerto?
El fútbol americano no debe seguirse jugando como lo conocemos hasta hoy. La única manera de eliminar los golpes en la cabeza es prohibir el uso del casco en todos los niveles. La medida es radical, impopular y va en contra de lo que para muchos es la "esencia" del juego; la violencia.
Sé que hay miles de millones de dólares en juego y que la NFL es en Estados Unidos, mucho más que un simple negocio. Aun así, estoy seguro que habrá alguien con la influencia y la valentía suficientes para levantar la voz y hacer lo correcto, que no siempre es lo más fácil.
Twitter: @JosePabloCoello
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