¿Alguien se llevará la camiseta de Cristiano Ronaldo el domingo tras el partido México-Portugal?
¿Extraña mi pregunta? No tanto. Entre los futbolistas existen rivalidades dentro del terreno de juego, pero también admiraciones, reconocimientos y egos.
No es secreto para nadie que las camisetas de juego tienen un valor importante dentro de los futbolistas. A veces más las ajenas que
las propias. Desde que se acostumbra el cambio de camisetas tras los encuentros, y a medida que pasa el tiempo, las prendas se vuelven más y más cotizadas, sobre todo ahora que es posible adquirirlas en diferentes sitios on line, una vez que han pasado de mano en mano, o directamente del beneficiado.
Pero algo es indiscutible hoy y siempre: tener la camiseta utilizada por los mejores o los más populares se convierte en un tesoro que rebasa por mucho el valor físico de la prenda y, por lo tanto, se convierte hasta cierto punto en traición poner a la venta un artículo que ha sido obsequiado.
Para darnos una idea de lo que significa tener estas prendas, basta recordar que en el 2007, el hijo de Mario Lobo Zagallo subastó la camiseta que Pelé utilizó durante el primer tiempo de la Final de México 70 entre Brasil e Italia. Por dicha prenda se obtuvieron 137 mil 000 dólares. Zagallo acostumbraba pedir a sus jugadores y algunos rivales sus camisetas a manera de recuerdo. Se dice que llegó a tener más de mil 500, incluidas las que el propio Mario Lobo utilizó cuando ganó como jugador la Copa del Mundo de Chile 1962.
Años antes, en 2002, la misma casa de subastas Christie's ofreció al mejor postor la camiseta que Pelé utilizó en el segundo tiempo de ese mismo partido, prenda que quedó en las manos del italiano Roberto Rosato. Por esa camiseta se pagaron 220 mil dólares y rompió el récord de la cantidad obtenida por la camiseta del inglés Geoffrey Hurst, autor de tres goles en la Final de Inglaterra 1966, por la que se pagaron 130 mil dólares.
La intención de un futbolista no es vender las camisetas que intercambia con colegas de renombre, de hecho me parece lamentable que años más tarde alguien saque ventaja de las prendas obtenidas de un simple y amistoso intercambio, por generarse un ingreso.
En la Copa del Mundo de 1994 ya era una tradición el intercambio de playeras tras el partido, sólo que se hacía en los vestidores. Recuerdo que tras el juego contra Italia, ellos solamente querían jerseys de Jorge Campos y, por tal motivo, el "Brody" obtuvo la camiseta de Roberto Baggio, la más cotizada, sin necesidad de pedirla.
Lo cierto es que cada vez que uno de los mejores futbolistas del mundo salta a la cancha, alguno de sus rivales desea obtener su camiseta.
Seguramente Cristiano Ronaldo tendrá a su disposición tres, cuatro o cinco camisetas para su partido contra México, cada una de ellas igual de cotizada. El tema es que si el resultado no le favorece, el goleador no se destaca por ser un buen perdedor ni ser amable. Basta recordar lo que hizo con el islandés Alan Gunarsson tras el frustrante debut en la Euro del año pasado, una vez que le solicitó el cambio de playeras hasta en tres ocasiones. Lo ignoró las primeras dos, para luego decirle: "¿Quieres mi camiseta? ¿Quién eres tu?".
Twitter: @Felixatlante12