En los tiempos actuales es muy difícil ganar casi siempre y casi todo.
El mundo competitivo impide que en casi cualquier ámbito sea tan dominante una forma de pensar, de actuar o hasta de gastar las fortunas que unos cuantos tienen en las manos.
La coronación del Real Madrid y por lo tanto también del futbol español, marcan una de esas extrañas dominaciones bajo las cuales se rige
el complejo futbol de hoy en día.
Se ha escrito mucho desde el sábado acerca de la numerología que ha roto el equipo merengue: logrando el doblete, duplicando el título en la Champions y varios factores más.
Ni siquiera tener enfrente al rival más temible que le pudo haber derrotado, le importó en demasía.
Real Madrid fue tan arrogante que a la mejor defensa de Europa con tres goles recibidos en todo el torneo le hizo cuatro y desperdició otros tantos en 90 minutos.
¿Cuál será la diferencia entre otros clubes que pueden gastar tanto o más que el Madrid y el Barcelona, pero no logran los títulos que ellos? Primero el Bayern Múnich trató de imitar al Barsa contratando a Pep Guardiola. No lo logró pese a su espectacular presupuesto porque no tenía el talento suficiente pese a la grandeza de su franquicia. El Manchester City tiene que aguardar por el propio Pep para tratar de imitar lo que en su tiempo fue en sus manos el mejor equipo del mundo.
Estos triunfos se fundamentan en varios pilares. Uno de ellos es, por supuesto, el poderío económico para elegir a lo mejor de lo mejor. Otro de ellos es la estirpe ganadora que a través de la historia nadie ha tenido en la misma cuantía que los merengues.
Y como consecuencia de ello, el valor individual que es el único capaz de destrozar a través de una genialidad, de una pared o de la contundencia de un disparo certero a la defensa más sólida del viejo continente.
Como lo hacían los navegantes del siglo XVI, ambos escudos parecen repartirse todo lo que haya de descubrirse de aquí a los próximos años.
Enemigos célebres les quieren salir al paso cada año, pero el resultado vuelve a ser el mismo: el botín se queda en casa.
El regocijo español por mucho que esté dividido en dos casas antagónicas es compartido por esa Liga que no por desigual y abusiva deja de tener a los dos jugadores más grandes del orbe con enorme distancia sobre los demás.
Así como las filas enemigas desean que algún día próximo se extinga la flama futbolera de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, el torneo español reza porque eso no ocurra prematuramente.
¿Qué sería de su Liga sin los dos grandes dioses que la alumbran?
A los demás, nos queda también frotarnos las manos y regocijarnos del tiempo que nos tocó vivir como espectadores.
Que gane el mejor, como lo es hoy el Real Madrid, pero que nos sigan alumbrando ambos.
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