Las Chivas obtuvieron con todo merecimiento el decimosegundo título de Liga en su historia.
A pesar de un grave error arbitral que, de no haberse cometido, pudo cambiar las cosas en los últimos minutos (clara falta antes del fuera de juego, que no se sanciona al momento del toque, sino hasta que el jugador adelantado interviene), es indudable que en el duelo del domingo el Guadalajara
había hecho mucho más que los Tigres para merecer la victoria.
Unos Tigres que en los últimos tiempos se han consolidado como los mejores para llegar a las Finales... y los peores para jugarlas.
De sus más recientes 14 partidos de Final, solamente dos triunfos, lo que deja en evidencia la floja mentalidad de futbolistas acostumbrados a ofrecer sus peores actuaciones en los momentos cruciales.
El mejor equipo en lo que va de esta década, pero con logros que se quedan cortos si consideramos el poderío del plantel con el que cuenta.
En el lado opuesto, unas Chivas combativas, ordenadas, organizadas, solidarias, eficientes para defender y dispuestas desde el partido de ida a capitalizar al frente cualquier error o concesión del rival, ya no digamos los regalos recibidos.
Así, en un futbol mexicano más extranjero que nunca, el más mexicano de los equipos doblegó al principal exponente de los equipos "globalizados".
Mientras la mayoría de los participantes siguen entrándole con alegría a la importación de futbolistas (como si la mentada 10-8 o 9-9 los obligara a llenar la cuota permitida), las Chivas envían este refrescante mensaje.
Una especie de reivindicación del futbolista hecho en México, digna de ser tomada en cuenta por tantos dirigentes a los que les da flojera forjar a los propios jugadores y optan por lo cómodo o ventajo$o que les resulta traérselos ya hechos.
A ver si con esto aprenden.
gomezjunco@mural.com
Twitter: @rgomezjunco